noviembre 23, 2016

Primera lluvia.

La lluvia es algo infrecuente por estas tierras, que son de veranos muy largos y otoños suaves.
El agua desaparece desde principios de mayo hasta muy entrado noviembre, caso de este año de gracia de 2016.
Nunca meditamos sobre las lluvias de nuestra vida, así que me da por recordar la lluvia lejana de la infancia, en verano, en el norte, al borde de Cantábrico. 
Supongo que la lluvia restante la olvidé, junto con todos los monótonos días de la infancia constreñida, bajo le techo de casa y el del  colegio.
La lluvia en verano era de botas de agua e impermeables amarillos de hule, era de tardes de cine o de jugar con los charcos las mas de las veces, que cambiaban poco de película en aquel singular "Cine Zubeldia".
Ya de adolescente la lluvia se me aparece como melancólica y aburrida, con las gotas resbalando por los cristales de la ventana, tras los visillos de esa tela vaporosa que no he vuelto a ver nunca mas.

De adultos, con los quehaceres y las prisas, no reparamos en que llueve, solo para maldecir, aunque los agricultores si miran al cielo y hacen cábalas sobre como le vendrá al cereal o a la remolacha ola lluvia es ganancia para ellos, que sin agua no hay cosecha.
Las lluvias torrenciales son bonitas, aunque hacen estragos, que construimos las casas donde no deberíamos y claro se inundan y se llenan de barro, a veces, incluso se lleva la riada las vidas de los paisanos.
La lluvia monótona es la mas aburrida, son pocas gotas pero impiden la vida normal y la gente corretea bajo las cornisas y se moja los zapatos, a las señoras les estropea el peinado y también la ropa.
Siempre me ha gustado mojarme la cara, con un capote decente y un paraguas, la lluvia es para mi una bendición.
Pienso que lo que se moja, tiende a secarse, así que me declaro entusiasta de la lluvia, mas ahora en esta tierra amenazada de convertirse algún día en desierto, aunque no creo que eso sea verdad, es solo un sacaperras.
La realidad es que solo algún breve chaparrón desde abril, hacen de este domingo un día de vísperas de grandes lluvias, según dice el WeatherPro, que es una "app" alemana y ellos son muy serios.
Cuando niño la lluvia se barruntaba por el noroeste, por el monte del "Caserío Bustiniaga", primero un viento gordo con un olor también espeso, las primeras nubes aparecen por sobre las campas y a las pocas horas.....la lluvia.
Ahora veo las fotos del satélite con la lluvia en manchas  azules, adivino mirando la pantalla del teléfono, las dehesas de Extremadura ya empapadas, mientras las encinas gotean sobre la tierra ocre.
Las vides de La Mancha, recién cosechadas se empapan mientas las nubes recorren esa tierra plana y sin limites.
Los olivos en Andalucía, con sus hojas plateadas, se limpian del polvo del verano y las aceitunas, aprovechan para el ultimo engorde y se ponen lustrosas.
Por aquí, mas abajo de la Penibética, los bosques se alegran de la nueva y alcornoques, quejigos y acebuches, estarán en unos días mas verdes y mas esperanzados de que eso del cambio climático es solo cosa de los hombres.
Ya no tengo botas de agua ni voy al cine cuando llueve, apenas recuerdo la silueta de Bustiniaga en el oeste, sobre la playa, los impermeables amarillos de hule ya no existen.

Solo la lluvia es igual que antes, quizá las gotas de la infancia son estas mismas que ahora empiezan a humedecer de nuevo mi vida.