febrero 20, 2015

Los pesados.

Los hay por miríadas, gente torpe, desnortada, que apenas razona, solitarios y con vidas baldías  su único estimulo, la breve conversación con el funcionario de la ventanilla, o con la cajera del súper, con el policía municipal o el camarero del bar sin clientes.
Los padecemos a diario cuando salimos de nuestro aislamiento para ir a responder al Estado que nos envía papelitos reclamando dinero, al sacar un billete de tren o para cambiar la tarjeta SIM.
Me tocó hoy presenciar a un par de pesados en la cola de la Agencia Tributaria de Montoro.
Montoro se parece al director de la central nuclear de los Simpsons, tiene esa horda de curritos que nos registran con el teclado los bolsillos periódicamente, hay algunos leguleyos que para una deuda tributaria de nueve euros, emplean meses de labor paciente, escrutadora e inquisitorial.
Pues bien esta mañana soporté al prototipo de la pesada.
Tenía un problema con sus ingresos de emigrante, cobra una pensión de otra nación, pero los de Montoro quieren saber cuanto, para ver de sacarle unos euros extra.
La mujer es desaliñada, anodina, no sabría decir la edad, es intemporal.
Hace preguntas sin sentido, se ve que quiere compañía y cariño....en la Agencia Tributaria, la insensata.
Cuenta parte de su vida, en París donde servía de doméstica, luego habla de su marido, hombre buenísimo según dice, trabajador y honrado ya fallecido con mención a su larga y penosa enfermedad.
La acumulación de pensiones y su casuística por varios minutos, repentinamente la conversación con la Agencia deriva sobre su retoño, solo uno y que reside en Bélgica.....le digo a Ud que es un mal nacido, no viene a verla y apenas conoce a su nieta.
Me empiezo a impacientar en la espera ya larga, tengo a dos por delante que parecen del mismo estilo de vidas solitarias e incomunicadas.
Finalmente, ya expulsado el relato de su vida financiera y laboral, por increíble que parezca, habla la señora del temporal de frío, de lo caro del recibo de la luz, la humedad de su piso y de como no sale de la piltra antes de las doce, cuando templa un poco la friura.
El funcionario, complaciente y con alma de psicólogo, le da carrete y abomina del gobierno y su jefe el ministro de hacienda, de las eléctricas y sus prebostes.
Cuando ya se anuncia la despedida, le propone rellenar unos impresos por si acaso, al poco vuelve el funcionario con los papeles y la pesada, los escrutina con lentitud, cada linea de puntos suspensivos donde escribir su filiación, sus ingresos, sus deducciones, el nombre de su difunto cónyuge y el de su hijo único descastado.
Al funcionario le debe haber tocado la fibra sensible, pues tras pormenorizadas explicaciones sobre el cumplimiento de los formularios, le pregunta sobre su residencia actual y condiciones de vida.
Mientras la fila ha aumentado en varios seres con cara de hastío, aunque atentos ellos a la vida y milagros de la requerida por la administración.

Todos tiene unos folios en la manos, o un sobre con el siniestro anagrama del ministerio.
Ya casi en mi desesperación existencial, la administrada hace referencia al gobierno, a las ayudas menguantes y a la corrupción.
El amable funcionario dogmatiza sobre el PP y el PSOE, tras lo que afirma que votara a Podemos, la cola mira asombrada al energúmeno que recauda impuestos, hay un conato de opiniones murmuradas, luego las aguas vuelven a su cauce y la cola se reordena.
La pesada se despide con frases convencionales y al fin se larga, bajo las miradas de odio de los aburridos y pacientes administrados.

Solo un par de pesados delante de mi y podré evacuar mi consulta, escueta, concisa, como me enseñaron en el ejercito, para alivio de los innumerables que tras de mi tratan de defenderse de la confiscación habitual de tan siniestro organismo.

febrero 10, 2015

In vino veritas,

El vino supongo yo, es el brebaje fermentado mas antiguo, además del mas bebido creo, cualquier fruto aplastado y puesto a fermentar, con el tiempo produce compuestos químicos que ingeridos ya por neandertales o cromañones, les provocaba euforia, mas tarde somnolencia, así que se hizo muy popular, supongo que de forma especial en la ultima glaciación, eso si que fue una ola de frío, que lo de esta semana ha sido corto y leve.
Ya nos cuenta el Libro Sagrado que Noé, se embriagó con vino después del diluvio, no es de extrañar pues las tormentas son desabridas, la de entonces, con los animales zarandeándose en el arca durante cuarenta días, impulsaron al Patriarca a tomarse una garrafa entera.

Parece que encallada la embarcación en el monte Ararat, lo primero que hizo fue plantar una viña, meses esperando a la aparición de los racimos de uva, vaya historia de abstención, se parece a a ley seca en los USA, que lo cogían con mas ganas y se agarraban una melopea con lo primero que pillaban.
Hasta la aparición de los destilados y espirituosos, la humanidad se ha reconfortado a base de vino, ahora con las drogas y las anfetas la gente se deteriora la salud y la inteligencia, que debería hacer el gobierno una campaña para volver al chato de tinto, gravándolo con un IVA superreducido.
Mi historia con el morapio, se remonta a la adolescencia, donde como neófito, en las fiestas del pueblo, me intoxiqué con un chacolí de garrafa, con perdida de consciencia y vómitos, nauseas e irritación de la pituitaria, postrándome en el lecho por un par de jornadas.
Peor fueron las recriminaciones de mi madre que exclamó: Lo ultimo que me faltaba, tener un hijo borracho!!!!!
Mas que por el disgusto materno, que me causó dolor, permanecí alejado del alcohol por motivos biológicos.
Durante años el contemplar a un camarero escanciando el cárdeno liquido, me producía arcadas  sarpullidos.
Fue en el ejercito, semillero de vicios y virtudes, cuando me inicié en los ritos del bebercio, que es muy tradicional empinar el codo en el ramo de la guerra.
En el bar de oficiales del Cuartel de Santa Isabel, regimiento de instrucción por entonces, alternaba yo en las horas muertas con tenientes chusqueros, capitanes jóvenes y algún comandante melancólico, ademas de los alféreces alegres, que todos ellos ahogaban la tristeza de los crepúsculos en el virtuoso caldo fermentado.
Hete aquí que uno de los mas beodos de la unidad, brigada de ingenieros, me espetó que toda la gente buena bebía vino, ante lo que me consideré un ser despreciable y mezquino, pidiendo inmediatamente mi primer Rioja al soldado de semana en la barra.
No me supo muy bien el trago, aunque me compensó el saberme incluido automáticamente, entre los hombres cabales de este perro mundo.
Son ya muchos años trasegando botellas de tinto, que el vino blanco lo consumen solo los herejes y protestantes añadiendo un cubito o dos de hielo, una nueva herejía.
El color del caldo es para mi una cualidad y ese tono violáceo, con transparencias y rojos inesperados, es el anticipo de la calidez y suavidad que se avecina.
Cuantas charlas y sobremesas de ocurrencias y buen humor, mientras las botellas descorchadas de su tapón de alcornoque, se vacían alegremente, que nada hay mas triste que una botella sin ser consumida, parece como una doncella sin ser mancillada por el amor.
La copa de cristal grande con su panza colmada, las lenguas y los espíritus se confían, que ya dijo Plinio el viejo, “In vino veritas”, que la ocurrencia le llegaría con un par de vasos de la Emilia-Romaña, embozado en su toga inmaculada y recostado en el triclinio.
Frente a las atrocidades que ahora se degluten o se inyectan, se esnifan o se trasiegan, reivindico nuestro tradicional tinto, Rioja Duero o Valdepeñas, que aquí hay de todo y en todos los rincones del estado autonómico.
La vida a palo seco es además de árida, difícil de asimilar, así que alcemos los vasos brindando por nuestro futuro.......incierto para mayor precisión. 


febrero 07, 2015

Rumiando.

Se llaman animales rumiantes pues tras engullir las hierbas, después de un primer paso por la panza, la regurgitan y las vuelven a mascar.....a rumiar, antes de tragarla después definitivamente.
Eso nos pasa a nosotros con cosas del pasado, que nos vienen al magín y las revivimos y meditamos sobre lo extraordinario de su naturaleza, que en el lío de los acontecimientos de la vida, quedaron sepultadas y nos vuelven al presente sin razón alguna a mi parecer.
Sucedió allá por el cambio de siglo, que se dejó caer por aquí un alemán de buen aspecto, de rostro semita y nombre como de hijo del pueblo de Abrahán.
Había comprado un gran terreno en una colina y planeaba hacer una casa especial, con lo que los mercachifles del lugar afilaron las uñas, cosa normal e este mundo del comercio.
En aquella época había mucho trabajo y aunque a Hans Dieter le estaban haciendo la cama, entre un argentino y una gibraltareña, he aquí no se como, que no suelo andar yo en el comercio, me mandó a llamar para una cita y me explicó su idea.
Una casa con una torre de piedra, a modo de las torres vigía de la costa, hay aquí muchas medio arruinadas, además un gran patio central y como todas las casas, baños, dormitorios, comedor..la parte cotidiana.

Me puse a ello inmediatamente que nosotros, desde los romanos sabemos de la vivienda con patio, las torres estoy harto de verlas, de planta circular y mampostería en seco.
A los veinte días Hans vuelve de Alemania y examinamos los dibujos.
Con su nariz aguileña y su pelo ralo y blanquecino de hombre ya entrado en años, me espeta que no haga mas esfuerzos, el tiene un amigo en Dusseldorf catedrático de proyectos en la escuela de arquitectura, le conoce bien y será mas preciso en interpretar su idea.
Otros veinte días y Dieter despliega unos dibujos a 1:100....solo plantas, a mi me parecen una aberración los croquis, pero herido en mi orgullo y algo quemado……. le digo que así será su casa.
Empieza la obra tras unos meses, tal y como su amigo el alemán la dibujó, cuando ya se vislumbra lo que va a ser, en una visita de obra, aparece su amigo el arquitecto de Dusseldorf.
Es un hombre rechoncho, pero fuerte, de escaso pelo y sonrisa amplia, en cuanto me ve, chapurrea en alemán frases inteligibles, no habla ingles, repentinamente me abraza hasta el punto de casi elevarme del suelo, los germanos son muy sentimentales.se ve que esta contento con mi interpretación de su idea.
Apenas recuerdo su imagen, ni su nombre, pero lo rumio con frecuencia, veo casi todos los días la extraña torre cuadrada de piedra que su mente imaginó.
El caso es que Dieter a los dos años de acabada la casa, me cuenta una historia perturbadora.
Su amigo arquitecto se enamoró de una alumna, que le corresponde, se arreglan y tienen una niña, al cabo del tiempo ella obtiene su titulo y lo abandona, llevándose a la criatura nacida de la pasión.
El hombre entra en depresión, en el delirio del desamor, no se le ocurre otra cosa que arrojarse desde una ventana, una ventana alta, Dieter apesadumbrado me dice que ha muerto.
Ahora yo rememoro su abrazo y su cordialidad, le hubiera yo aconsejado buscar otra alumna, que como decía Juan Catarineu “las mujeres son como los tranvías, cuando se va una llega otra”.
El caso es que el se desesperó y no aguardó al tranvía por llegar, seguro que era un romántico, los alemanes son muy sentimentales.
Por eso hoy, al ver la torre cuadrada de piedra, recuerdo la historia completa y la abrupta caída desde la elevada ventana, un tiempo en que sucedían muchas cosas seguidas, sin pausa, una tras otra.
Ahora en la quietud, rememoro su sonrisa y sus brazos de oso, los mismos que debieron apretar a la alumna esquiva.
En algún sitio de Alemania su hija estará creciendo, sin saber de mi, tampoco de Hans Dieter ni se su padre el desesperado, el de la torre de piedra cuadrada que corona la extraña casa con patio, encallada en una colina lejos, al sur donde casi ahora una vez mas, florece el limonero.

febrero 02, 2015

La papilla universal.

Lo tengo oído desde muy joven, un utópico del siglo XIX proponía que la nación, suministrara a los ciudadanos mas menesterosos una “papilla universal” para evitar la hambruna, que azota a la humanidad desde las tinieblas de los tiempos, todavía hoy en algún continente.
Ignoro el nombre de este caritativo sujeto, que se compadecía de los desheredados de su siglo, multitud aquí en nuestra Europa por entonces.

Pues bien, buscando al visionario en Google (no lo encontré), descubro a un diputado del PSOE en las elecciones de febrero de 1936,  llamado D. José de Acuña, que propuso algo similar en forma de alimento y vestido.
Enunciaba el socialista: "Todo hombre debería tener derecho a ser vestido y alimentado por el Estado".
Se establecían puntos de distribución, a modo de gasolineras, sirviéndose la “papilla democrática”, según el cambio de nomenclatura de D.José, en que su ideología transforma universal por democrática.
Ignoro como era la prenda para cubrir la desnudez de los votantes, supongo que un mono al estilo maoísta.
El Diputado de izquierda Acuña, profundizó en su idea alimentaria, hablando de unas gachas que contuvieran los ingredientes necesarios para garantizar la supervivencia, sin buen sabor, pero tampoco malo, de forma que el que quisiera alimentarse mejor, tendría que trabajar, pudiendo incluso llegarse a las angulas, para los mas esforzados.
Acuña no hubiera soñado con el Estado del bienestar del que se benefician ahora los europeos, con multitud de servicios gratuitos o subvencionados.

No quiero meterme en asuntos escabrosos, que no están los tiempos para bromas, pero el Estado proporciona museos, orquestas, teatros de opera, televisiones películas....hasta formula uno y torneos de golf, con lo que los de la papilla se distraen entre toma y toma.
Los sueños del utópico nunca alcanzaron a las vacunas, que no existían, a la mas intrépida cirugía, conquistada con esfuerzo por la ciencia, incluso al cambio de sexo gratuito, ante lo que el decimonónico idealista hubiera renegado del progreso, que seguro era hombre de orden.
En estos últimos años el precio de las sucesivas papillas aumenta, en forma de monstruo que nos devora a todos, mientras los ciudadanos se mosquean pues sus exigencias aumentan mientras los regidores de la economía, tratan de contener el gasto, en una suerte de pescadilla que se muerde la cola.
Mientras en Asia India y China, no hay hoy ni gachas, se fabrica con salarios de tres dólares al día, sin vacaciones ni jubilación y sin cambio de sexo gratuito, fabrican así bienes que consumimos, los que apenas producimos nada. A diario irritados todos pues la piscina municipal no esta caliente, hay que pagar un euro por las pastillas, el niño no tiene beca para ir de Erasmus a Estocolmo, así tantas cosas que me inducen a pensar que el problema, es irresoluble.
La quiebra de las naciones será, el fin de la partida con las cartas esparcidas y todo empeñado, sin dinero ni para el autobús que nos aleje de la hecatombe.
Solo una esperanza, la ciencia y el rigor, la austeridad y la cuidadosa administración, esperanza vana ante el panorama  de latrocinio y despilfarro que se vislumbra desde esta orilla del Mediterráneo.