febrero 10, 2015

In vino veritas,

El vino supongo yo, es el brebaje fermentado mas antiguo, además del mas bebido creo, cualquier fruto aplastado y puesto a fermentar, con el tiempo produce compuestos químicos que ingeridos ya por neandertales o cromañones, les provocaba euforia, mas tarde somnolencia, así que se hizo muy popular, supongo que de forma especial en la ultima glaciación, eso si que fue una ola de frío, que lo de esta semana ha sido corto y leve.
Ya nos cuenta el Libro Sagrado que Noé, se embriagó con vino después del diluvio, no es de extrañar pues las tormentas son desabridas, la de entonces, con los animales zarandeándose en el arca durante cuarenta días, impulsaron al Patriarca a tomarse una garrafa entera.

Parece que encallada la embarcación en el monte Ararat, lo primero que hizo fue plantar una viña, meses esperando a la aparición de los racimos de uva, vaya historia de abstención, se parece a a ley seca en los USA, que lo cogían con mas ganas y se agarraban una melopea con lo primero que pillaban.
Hasta la aparición de los destilados y espirituosos, la humanidad se ha reconfortado a base de vino, ahora con las drogas y las anfetas la gente se deteriora la salud y la inteligencia, que debería hacer el gobierno una campaña para volver al chato de tinto, gravándolo con un IVA superreducido.
Mi historia con el morapio, se remonta a la adolescencia, donde como neófito, en las fiestas del pueblo, me intoxiqué con un chacolí de garrafa, con perdida de consciencia y vómitos, nauseas e irritación de la pituitaria, postrándome en el lecho por un par de jornadas.
Peor fueron las recriminaciones de mi madre que exclamó: Lo ultimo que me faltaba, tener un hijo borracho!!!!!
Mas que por el disgusto materno, que me causó dolor, permanecí alejado del alcohol por motivos biológicos.
Durante años el contemplar a un camarero escanciando el cárdeno liquido, me producía arcadas  sarpullidos.
Fue en el ejercito, semillero de vicios y virtudes, cuando me inicié en los ritos del bebercio, que es muy tradicional empinar el codo en el ramo de la guerra.
En el bar de oficiales del Cuartel de Santa Isabel, regimiento de instrucción por entonces, alternaba yo en las horas muertas con tenientes chusqueros, capitanes jóvenes y algún comandante melancólico, ademas de los alféreces alegres, que todos ellos ahogaban la tristeza de los crepúsculos en el virtuoso caldo fermentado.
Hete aquí que uno de los mas beodos de la unidad, brigada de ingenieros, me espetó que toda la gente buena bebía vino, ante lo que me consideré un ser despreciable y mezquino, pidiendo inmediatamente mi primer Rioja al soldado de semana en la barra.
No me supo muy bien el trago, aunque me compensó el saberme incluido automáticamente, entre los hombres cabales de este perro mundo.
Son ya muchos años trasegando botellas de tinto, que el vino blanco lo consumen solo los herejes y protestantes añadiendo un cubito o dos de hielo, una nueva herejía.
El color del caldo es para mi una cualidad y ese tono violáceo, con transparencias y rojos inesperados, es el anticipo de la calidez y suavidad que se avecina.
Cuantas charlas y sobremesas de ocurrencias y buen humor, mientras las botellas descorchadas de su tapón de alcornoque, se vacían alegremente, que nada hay mas triste que una botella sin ser consumida, parece como una doncella sin ser mancillada por el amor.
La copa de cristal grande con su panza colmada, las lenguas y los espíritus se confían, que ya dijo Plinio el viejo, “In vino veritas”, que la ocurrencia le llegaría con un par de vasos de la Emilia-Romaña, embozado en su toga inmaculada y recostado en el triclinio.
Frente a las atrocidades que ahora se degluten o se inyectan, se esnifan o se trasiegan, reivindico nuestro tradicional tinto, Rioja Duero o Valdepeñas, que aquí hay de todo y en todos los rincones del estado autonómico.
La vida a palo seco es además de árida, difícil de asimilar, así que alcemos los vasos brindando por nuestro futuro.......incierto para mayor precisión. 


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