septiembre 05, 2013

Mi pluma.


Nadie, ni tampoco yo mismo lo creería hace solo unos años, lo pensaba esta mañana después de limpiar cuidadosamente mi pluma Waterman y rellenarla de tinta negra y fluida.
Mi pluma ha estado arrinconada mucho tiempo, cerca del tintero, sobre un mueble en una esquina del estudio.
El hábito de la escritura a mano va desapareciendo, quizá pronto los niños no sabrán escribir con sus manos, lo harán solamente  con sus dedos.
He recordado mi Parker 21 de la escuela de arquitectura, dibujar, tomar interminables apuntes, escribir cartas, algunas de amor, incluso algún amago de prosa poética, su punta ya domada con el tiempo se convertía en una prolongación de las ideas y las palabras, algo muy intimo y personal.

Se decía que no se prestaba “ni la pluma, ni la mujer ni el caballo”, por ese orden, frase creo que ahora castigada por el código penal, de esta sociedad uniforme  y escrupulosa.
Retrocediendo unos años he recordado los tinteros blancos incrustados en el pupitre de madera para dos, las plumillas y los palilleros afilados y los cuadernos de caligrafía de letras redondas con trazos finos y gruesos, en una suerte de dibujo como el que todavía cultivan los chinos.
Los chapones negros y redondos sobre la página inmaculada que se absorben con papel secante rosado y se raspan mas tarde con un cuchilla Gillette de afeitar, cuando afeitar era solo una palabra para nosotros, tantas cosas y mañas que ya casi nadie conoce.
La llegada de los bolis, arrinconó las plumas, pasando a simple regalo de primera comunión.
La letra se deformó ya sin sus bellos trazos y un día, los teclados!!!!!.
He estado haciendo recuento y solo escribo para rellenar impresos para la administración, nunca por placer, por sentir el movimiento de la mano engarzada a las ideas y a los sentimientos.
Ahora con las pantallas táctiles ni tan siquiera las teclas son reales y desaparecen y suenan de mentira, en un remedo de maquina de escribir.
En ocasiones hablo y mis palabras son escritas por el teléfono, con comas y acentos, que así viene el futuro inmediato.
Acaso fueron inútiles tantas horas de redondilla bajo la mirada amenazadora del cura? quien regala ya plumas a los niños?, con su estuche como de sarcófago en miniatura donde yace olvidada e inerte, la pluma estilográfica.

Lo cierto es que tras rasguear hoy con la pluma, un par de dibujos y algunas frases sueltas, mi Waterman ha quedado sobre la mesa, limpia y cargada para mañana, hay cosas que es mejor no abandonar nunca. 

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