diciembre 17, 2011

Fragancias para celtíberos.

Fui educado en la higiene personal, con gran trabajo de mi santa madre que luchó con denuedo contra la natural falta de aseo en los niños, que acostumbran a adormecerse tan ricamente en sus excrementos desde que son bebes.
No existían tantos baños en las casas como ahora, uno para muchos hermanos, que en riguroso orden y bajo amenaza, nos aplicábamos estropajo y jabón, para despegar la mugre adquirida en el patio del colegio, rodillas negras de pantalones cortos, pelo sucio, uñas negras y tinta por las manos y la cara.
Con los años la limpieza se convirtió en un hábito, más tarde en una necesidad, incluso llegando en la juventud al empleo de agua de colonia, en las ocasiones de gran fiesta o en las primeras “citas amorosas”.
Desde el dicho “el hombre y el oso cuanto mas feo más hermoso”, que tampoco es eso, hemos pasado al “varón metrosexual”.
El celtíbero, tradicionalmente recio y austero, gasta ahora en peluquería y mascarillas, implantes variados y ropa de diseño amen de toda clase de pendientes y dijes.
Muchos futbolistas, antes  arquetipo de masculinidad, parecen ahora primadonnas, al menos los toreros conservan su imagen de macho, campero y natural.
En estas fechas asisto asombrado a la campaña publicitaria de Navidad centrada, en toda clase de fragancias, en frasquitos extraños, siendo las más de ellas para hombre.
En los anuncios aparece siempre un joven algo macarra, con barba de algunos días, en camiseta o de torso desnudo, también en ocasiones con algo cubriendo justo sus atributos.
Su oponente femenina, vestida de forma sofisticada, adquiere el papel de acosadora, muy al contrario que en el reino animal donde es el macho quien acomete a la hembra.
El hombre convertido en objeto de deseo, pero un hombre asexuado, mas bien afeminado y que gracias al frasquito despierta los apetitos sexuales de la moderna “mantis religiosa” vestida de diseño.
Y yo me pregunto, se venderán tantos frasquitos que justifiquen tamaña inversión publicitaria?
Son cosas nuevas que mueven a la reflexión, sin que se me ocurra deducción alguna, aunque si constato que desde Atapuerca aquí los hombres han hecho gala de ser “muy hombres”.

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