abril 19, 2012

De cacería.


Nunca he tenido relación con la caza, se supone que eso se mama en casa y la verdad es, que en la que me crié se cazaban solamente clientes para dar de comer a la numerosa prole, yo era parte de esa prole.
Mas adelante y ya de estudiantes, siempre nocturnos y de ventanas abiertas de mes de junio, se nos colaban unas molestas mariposas de alas recias, que aterrizaban sobre el libraco de calculo diferencial bajo la lampara que las atraía.  Provistos de toallas, nos evadíamos de los estudios haciendo gran matanza de lepidópteros.
Siendo ya casi graduado, con mi buen amigo Gerardo, anduvimos a una dehesa de encinas en la falda de Gredos, paseamos al sol de invierno con un par de escopetas, saltó una liebre y la descerrajé un cartuchazo, con resultado de muerte.
Me quedé perplejo y me pareció absurdo, máxime cuando yo no como liebre ni conejo ni todos esos bichos a los que se dispara, soy de filete de ternera con patatas.
Así pues mi actividad cinegética sucumbió aquel día, junto a la pobre liebre que pasaba por allí.
Mentiría si no mencionara el rececho de mosquito, arte venatoria en la que he llegado a ser un experto, no solo en ojear al insecto, sino en como encararle y darle el golpe certero que acaba con su misérrima existencia.
Esto último en realidad no puede considerarse como cacerío, yo lo veo mas como legítima defensa, o ataque preventivo que se dice ahora.
Respeto a los cazadores, de los que estoy rodeado, diré que me parece absurdo que con esas armas tan poderosas y precisas, se liquide a una fauna mas bien domesticada en los cotos peninsulares o en las reservas africanas.
La modalidad de “montería”, estática esperando horas hasta que un ciervo pasa incauto y se le dispara como en los puestos de las ferias, cuando niños.
El ojeo es el “pin pan pum”, donde las perdices salen de las jaulas desprevenidas y sin conocer el campo, se crían en granjas como los pollos.
Los pobres bichos caen acribillados ante las escopetas todas alineadas, las llaman “perdiz de bote”.
Viendo hoy a nuestro Monarca pedir disculpas, meditaba sobre como un anciano tan disminuido, puede acabar con un hermoso elefante, con sus orejotas su gran trompa y sus colmillos blancos de marfil.
Deberían dar al cazador una ballesta o un arco y dejarle solo en el monte, o en la sabána, estoy seguro que pocos irían de safari, los mas no volverían devorados por las fieras, pero al menos sería una actividad estética y meritoria.
Un torero con un AK-47 se vería atróz y nadie iría a La Maestranza en las tardes de feria de abril por ver el ametrallamiento del astado.
Así veo yo el negocio de la caza, como va tornando en los últimos tiempos.
Leí mucho a Miguel Delibes, sus mañanas pateando los campos de Castilla con su taco, su perro y su escopeta, jornadas volviéndose a Valladolid “de bolo”, otras con un par de patirrojas y un conejillo.
El día nos trajo al Monarca disculpándose, aunque yo mas creo que lo hizo por “la otra caza”, no la del elefante, es ya publica y la Reina no hace buen papel.
Recuerdo a D. Jose Ortega y Gaset, quien decía que el cazador es un hombre alerta.
Pues eso, MAJESTAD, ESPABILE!!!!!!

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