Hace ya algunos años, que veo gente correteando vestida de Decathlón, con auriculares blancos las mas de las veces, muchos obesos y algunos gordos, pero también algunos de constitución normal e incluso atlética.
Jóvenes y adultos, algunos ancianos y pocos niños, hombres y mujeres, tal es la composición de los que yo observo a diario por aquí.
Muchos andan con paso firme, otros dan zancadas rítmicas, elásticas y armoniosas, otros arrastran los pies en un remedo grotesco de la carrera.
Gran novedad en la historia de la humanidad, seres corriendo sin motivo aparente, pues tampoco acuden a ninguna parte, la carrera acaba siempre en donde empezó.Una variedad estática de este fenómeno son esos artefactos con una cinta que hace mover las piernas, con regulación de velocidad y pantalla de televisión.
Para un filosofo del siglo de Pericles, el hecho hubiera supuesto días de reflexión sin respuesta, la biología se rige por la ley del mínimo esfuerzo y ese derroche de energía sin fin aparente, es inexplicable.
Por las calles de Atenas nunca se vio despropósito semejante, es algo de nuestro tiempo, de la modernidad.
Nuestros antepasados han debido sudar tratando de cazar algún animalejo, se han deslomado tras un arado y han cargado toda clase de fardos y troceado bosques para calentarse y guisar, día tras día, milenio tras milenio.
Ahora, un “auxiliar administrativo” se despierta en una casa a temperatura ideal, tras copioso desayuno se transporta a una silla sin mover un músculo, las falanges apenas se ejercitan en el teclear diario, al acabar la agotadora jornada, las cervezas cuando no las copas y de nuevo sin esfuerzo, a la cama tras copiosa cena.
En el siglo de Pericles no había auxiliares administrativos, la vida era dura y el desgaste físico considerable, aunque solo se esto por las esculturas de la época..........
hago memoria y no recuerdo una estatua de un gordo en la historia del arte, aunque si dos cuadros en El Prado, la monstrua vestida y la desnuda, solo el titulo “la monstrua” indica lo infrecuente de la obesidad en la historia.
La pobre adolescente pintada por Carreño, debió padecer algún desarreglo linfático que derivó en obesidad, sospecho que en nuestro tiempo hubiera sido corredora también.
Así pues asistimos a un nuevo fenómeno del siempre sorprendente discurrir de la humanidad, el “jogging” que todo viene últimamente de los anglosajones.
En tiempos no tan lejanos, el castigo colegial se cumplía con veinte vueltas al patio, en la milicia se corría el campo de instrucción como correctivo, deduzco que el esfuerzo físico era una maldición, la tendencia lógica es no hacerlo si no es indispensable.
Pienso si todos esos a los que veo corretear, no están castigados por su propia obsesión de estar saludables, o por su vanidad de parecer briosos y ágiles.
Cada año que pasa veo mas corredores sin destino y pienso que con el tiempo serán legiones de gente enloquecida que transiten corriendo por el planeta a gran velocidad, ignorando las consecuencias que puedan devenir de esta novisima costumbre.
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