enero 04, 2013

La patria del hombre.


No quisiera yo dejar pasar esta noche sin escribir sobre los Reyes Magos, esos que fueron nuestra primera ilusión de coche de hojalata o muñeca de cartón duro, los Monarcas que nos mantenían las Navidades en un anhelo permanente, con la recurrente amenaza de que nos traerían carbon de no ser buenos.
En familias de muchos hermanos, el salón lleno de cosas de colores en torno a los zapatos del pie derecho bien limpios y ordenados.
Que ingenuidad al contemplar una bandeja pequeña donde había harina para los camellos y unas pequeñas copas donde un culillo de licor demostraba que habían bebido algo para seguir su reparto interminable por todas las casas de Madrid.
En nuestro tiempo ahora de falta de fe en todo, me hace gracia pensar que hasta los mas sesudos ahora, picaban con el engaño inocente de unos padres, con mas ilusión si cabe que los hijos chanceados.
Los magos siguiendo la estrella que los llevo hasta Belen, desde oriente, que ahora ya sabemos donde es el oriente y hasta la palabra se quedo preñada de misterio para siempre.
Todo tan extraordinario que hasta camellos montaban, ademas  uno de ellos es negro para si cabe añadir mayor rareza, entonces claro, pues ahora se ven muchos del “top manta” y ya no llama la atención de los niños. 
De largas barbas blancas Melchor, calle de Alcalá abajo camino de la puerta, frente a la negrura del retiro en el frío de los eneros de mi infancia.
Las cabalgatas de ahora llenas de luces y anuncios no me gustan nada, van incluso payasos que no se yo que pintan, hay megafonía y los empleados municipales, ahora de expresión torva y sin paga extra, se visten de cualquier cosa.
Que decir de Papa Noel el invasor, con ese mono rojo tan feo y esa risa estúpida, con un trineo tirado por renos que vuelan, eso es increíble para un niño hispano.
Me gustaba el miedo de los niños a andar levantados tarde, no sea que se los encontraran por el pasillo.
Las miradas codiciosas frente al escaparate de “El Paraíso de los Niños” o de “Pabu” , los juguetes se vendían en la calle de Serrano antes de ser desplazadas las jugueterías, por las tiendas caras de ahora.
Recuerdos de tantas noches de Reyes ya vividas, incluso de una en la que me toco “servicio de compañía” en el cuartel de Caceres, en la que perdí definitivamente mi inocencia.
No se yo si los niños de ahora, con tanto ajetreo diario, creerán en algo tan inverosímil, con tanto niño capullo que en el colegio revela el gran secreto, "los reyes son los padres"..............con la complacencia de quien rompe un cristal de una pedrada.
En todo caso incluso ahora, esta noche del cinco de enero, aparece para mi siempre llena de añoranza por una infancia ya lejana y supongo que muy feliz.
Pienso, como dijo Rilke, que la verdadera patria del hombre es su infancia, por lo que todos debemos ser ahora apátridas.

Acabo como, como siempre se decía en esta noche, 
deseando a todos..........................................
FELICES REYES.

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