Mi abuelo Jose Maria era un hombre de orden, así se decía en su época.
Trabajo durante años en el Banco de España, sagrada institución entonces, donde se controlaban los dineros, junto a La Cibeles, nombre castizo para la Diosa de la madre tierra, la Pachamama de los griegos que en eso todos coincidimos, la tierra es una madre.
Fue de costumbres metódicas y rutinas sagradas, una de ellas su vaso de tinto en las comidas, rebajado con un exacto golpe de agua, que le daba un tono carmesí que tengo grabado desde entonces.
Al leer la prensa de forma distraída, se concentraba en el pequeño recuadro de la predicción meteorológica, mapa minúsculo con sus isobaras ondulantes, lo único que no era previsible en su vida y de la que tomaba buena nota para neutralizar ese azar.
En el larguero del balcón, Serrano 43, el termómetro cromado con su fluido rojo de alcohol, al que mira cada cierto intervalo, testigo de los extremos a que acostumbra Madrid.
Siempre bien vestido para cada ocasión, funerales, bodas, de diario y.....para estar en casa, aseado y bien afeitado en cada instante, el sombrero de ala en la calle, cubre su calva que le sobrevino siendo joven.
No muy paciente con sus nietos, que en numero de cuarenta y ocho, fuimos irrumpiendo en la quietud de su largo pasillo, con ruidosas carreras y golpes, a veces con algún descalabro contra un radiador, la sangre de mis primos sobre la encerada tarima.
Proveedor de premios y castigos, cachetes leves en el trasero, encierros de aislamiento en cuarto oscuro y el bote de lata de las "Galletas Maria" para los de conducta ejemplar, algunos primos las engullen como recién salidos de la cartilla de racionamiento, otros las roen cuidadosamente por los bordes haciéndolas mas pequeñas, con lentitud.
La figura del abuelo dicen los entendidos es de importancia para el niño, huérfano de conocimientos y necesitado de todas las ayudas.
Un recuerdo grabado a fuego en mi memoria, el ya muy mayor y el nieto que esto relata, arquitecto a sueldo de la administración en una de sus tantas covachuelas, no muchas entonces.
La pregunta....."Que tal en tu DESTINO"???, frase habitual por cuanto los trabajos eran estables ....... resultó pues la frase de mi abuelo me hizo ver que estar en aquella oficina siniestra, era mi destino, por siempre jamas, ante lo que después de rumiarlo unos meses, me despedí de las ubres de lo publico, iniciando una vida de sobresaltos e imprevistos que me trajeron hasta aquí, cosa que mi abuelo y su metódica vida nunca habría aprobado.
En la medida que avanza el tiempo, su recuerdo se va diluyendo y las generaciones nuevas solo conocen de el por relatos y alguna fotografía en blanco y negro, aunque en las vidas de sus hijos y nietos dejo huella y cariño, ademas a mi, sin saberlo, me impulso a la aventura de la calle, cosa que le agradeceré siempre.
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