Temprano, entre sorbos de café, el encierro de San Fermín en la primera.
Toros de Jandilla, Iberia negra y con astas, desde el silencio y la luz de la Janda, a la confusión y el griterío de la Estafeta.
Encierros hay por toda la península, desde los mas antiguos de Cuéllar, hasta los mas trágicos de San Sebastian de los Reyes, donde los mozos mueren en ese suburbio de Madrid sin el glamour de Hemingway.
Escritor malo entre vapores de alcohol, que dio con sus huesos en Pamplona, atrayendo desde entonces, a jóvenes gringos que entorpecen las carreras de los pocos navarros que mantienen la tradición.
Como en tantas fiestas, Rocío, fallas, Sevilla....los lugareños huyen esos días de la vulgaridad y la confusión que adulteró el espíritu de su intima y familiar celebración.
Recuerdo, allá por los setentas, pase por San Fermín, viniendo del Pirineo, de sus cumbres semi nevadas y sus valles silenciosos, instalamos la tienda de campaña en unos jardines del centro de la ciudad.
Al amanecer, en la tienda próxima, unas francesas esparcían vómitos de resaca de mal vino, por la rala hierba del parque, hombres de blanco con faja roja tirados por las esquinas, durmiendo la mona.
Uno con chapetas rosadas y gran tripa, con una riesta de chorizos a modo de collar de perlas, en el cuello.
Ese recuerdo conservo yo de esas fiestas que veía hoy, temprano, entre sorbo y sorbo de café.
Conozco bien la antigua laguna de la Janda, ahora casi ya desecada, todavía salvaje y vacía de civilización.
Entre dos sierras, con Vejer al fondo, las aguas del Barbate y el Celemín, se estancaban en esa depresión formando un paraíso para las aves, las estables y las que pasan dos veces al año en su viaje a África.
En esa marisma mágica, pastan y corretean esos negros toros, de cuello robusto y mirada tranquila, esos ídolos antiguos......que esta mañana corrían por las calles de la vieja Iruña.
Mas que tras la multitud, diría yo que huyen de ella, soñando con las hierbas altas entre los humedales, con la luz del Mediterráneo hacia Zahara, con el vuelo silencioso de garzas y cigüeñas sobre sus lomos.
Ceremonia de la confusión, de estos "hemingways" modernos con zapatillas Nike, que corren temprano entre los toros y mas tarde entre las que hacen topless. que pueden ser mas suaves los pitones, que los pechos de esas despechadas.
Todo esto, en una España en que se quiere expulsar la fiesta, la celebración milenaria de la lucha limpia y cuerpo a cuerpo con el poder de la naturaleza, el animal mas bello y noble, valeroso y bravo, el toro.
Toros de Jandilla, Iberia negra y con astas, desde el silencio y la luz de la Janda, a la confusión y el griterío de la Estafeta.
Encierros hay por toda la península, desde los mas antiguos de Cuéllar, hasta los mas trágicos de San Sebastian de los Reyes, donde los mozos mueren en ese suburbio de Madrid sin el glamour de Hemingway.
Escritor malo entre vapores de alcohol, que dio con sus huesos en Pamplona, atrayendo desde entonces, a jóvenes gringos que entorpecen las carreras de los pocos navarros que mantienen la tradición.
Como en tantas fiestas, Rocío, fallas, Sevilla....los lugareños huyen esos días de la vulgaridad y la confusión que adulteró el espíritu de su intima y familiar celebración.
Recuerdo, allá por los setentas, pase por San Fermín, viniendo del Pirineo, de sus cumbres semi nevadas y sus valles silenciosos, instalamos la tienda de campaña en unos jardines del centro de la ciudad.
Al amanecer, en la tienda próxima, unas francesas esparcían vómitos de resaca de mal vino, por la rala hierba del parque, hombres de blanco con faja roja tirados por las esquinas, durmiendo la mona.
Uno con chapetas rosadas y gran tripa, con una riesta de chorizos a modo de collar de perlas, en el cuello.
Ese recuerdo conservo yo de esas fiestas que veía hoy, temprano, entre sorbo y sorbo de café.
Conozco bien la antigua laguna de la Janda, ahora casi ya desecada, todavía salvaje y vacía de civilización.
Entre dos sierras, con Vejer al fondo, las aguas del Barbate y el Celemín, se estancaban en esa depresión formando un paraíso para las aves, las estables y las que pasan dos veces al año en su viaje a África.
En esa marisma mágica, pastan y corretean esos negros toros, de cuello robusto y mirada tranquila, esos ídolos antiguos......que esta mañana corrían por las calles de la vieja Iruña.
Mas que tras la multitud, diría yo que huyen de ella, soñando con las hierbas altas entre los humedales, con la luz del Mediterráneo hacia Zahara, con el vuelo silencioso de garzas y cigüeñas sobre sus lomos.
Ceremonia de la confusión, de estos "hemingways" modernos con zapatillas Nike, que corren temprano entre los toros y mas tarde entre las que hacen topless. que pueden ser mas suaves los pitones, que los pechos de esas despechadas.
Todo esto, en una España en que se quiere expulsar la fiesta, la celebración milenaria de la lucha limpia y cuerpo a cuerpo con el poder de la naturaleza, el animal mas bello y noble, valeroso y bravo, el toro.
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