marzo 23, 2016

Suicidas.

No sé yo de los primeros suicidas en la historia, que es cosa singular privarse uno mismo del aliento.
Famosa fue la inmolación de los numantinos, frente al largo sitio de su ciudad por las legiones romanas, pero es este suicidio de dignidad, para no someterse a la esclavitud y la ley de la odiada Roma.

Leyenda es lo de Cleopatra, que se quito la vida al ver que no podía seducir a Octavio, con una culebrilla a la que llaman áspid, es decir una cobra egipcia.
Escuchaba yo siendo niño, de los suicidios por el juego, a la salida de los elegantes casinos de principio de siglo, noches de bebida y excitaciones que acaban en la más absoluta de las ruinas.
La cabeza da más vueltas que la bolita de la ruleta y al amanecer, viendo la vida ya imposible, un disparo seco en la sien con una pistola pequeña y sofisticada, ya no hay ruina.

Conocí también de los que se arrojaban por el viaducto de Segovia, cuarenta metros de caída a la calle del mismo nombre, eran suicidios románticos, por amores a veces, por contrariedades o por ruina pero sin casino, que la merma de la bolsa es producida por muchas circunstancias.
Los temerosos kamikazes que en sus pequeños aviones tratan de estrellarse contra la cubierta de un portaaviones, o las baterías de un gran acorazado, al cabo eran soldados....
Los he visto con su casco de cuero, pañuelo blanco con el sol naciente en la frente, mientras beben un pequeño vaso de sake para infundirse animo, son muy jóvenes, apenas una veintena.
Ya en mi juventud empezó esto de los suicidios matando a otros, es un asesinato suicidio.
Primero los palestinos, en cualquier café de Telaviv o en un autobús de Jerusalén, durante años de sordidez, aunque los israelitas, dinamitando la vivienda de los padres del atroz joven, acabaron con la costumbre por ahora.
Con los años, vino lo de Nueva York, en modalidad nunca vista, que los kamikazes hacían la guerra y se mataban ellos solos, estos otros especímenes con grandes aviones llenos de pasajeros, con sus maletas y todo, se estrellan contra los edificios, en un Apocalipsis del suicidio no superada hasta ahora.
Lo que sí se ve casi a diario, es lo del cinturón bomba o el coche bomba, incluso recuerdo la bicicleta bomba, que más da en ese furor de destruir y destruirse.
No sé qué pensar de todo esto, supongo que es parte de el odio, sentimiento muy popular, provocado por la infelicidad, la envidia, el agravio imaginado o real, es tan fácil odiar.
Lo peor es que una vez popularizado, se extiende como la mala hierba y golpea a inocentes en las discotecas, las mezquitas, los mercados....que decir de ese piloto alemán que con la “depre” se llevó por delante tantas vidas, en lugar de ir a un viaducto, que en Alemania digo yo habrá muchos.
Mientras, los verdaderos infelices, desvariados de todo sexo y religión, se eliminan en silencio y sin dañar al prójimo, yo he conocido a varios en estos años, a veces los recuerdo y pienso en ellos, preguntándome por sus razones para tan irreversible decisión.
Una conversación, un gesto, un poco de ayuda quizá lo hubiera evitado, eran amigos o conocidos y no se pudo sospechar de esa tremenda determinación.

Estos otros suicidas de estos días, torvos y llenos de furor, si pudieran volarían el mundo, mejor aun la galaxia, ojalá alguien se apiade de ellos, desgraciados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario