marzo 11, 2016

El dentista.

Todos los meses de junio, alguna tarde, el mismo paseo, mas bien paseíllo diría yo, camino de la lidia......el dentista.
Los niños antiguos éramos muchos, no viajábamos en sillita acolchada ni teníamos sicólogos ni tutores, éramos solo niños, muchos!!!, dos de mis tías tenían doce....cada una.
Así que fuera de algún doloroso flemón invernal, que se cura entre llantos y buches de agua con vinagre, nuestra higiene bucal era escueta, de mes de junio, antes de las vacaciones, la visita al Doctor Serra en la Calle Montesquinza.
Después de cruzar la Castellana, Marques de Riscal arriba las piernas flaquean, recordando el torno o la inyección de la anestesia, que decir de las tenazas que tiran del diente o la muela destinadas al sacrificio.
La consulta del Doctor Serra esta en el bajo, da a la calle y tiene unos cristales traslúcidos que no dejan ver las magras acacias que estrenan hojas verde lechuga.

La consulta es en su casa, con lo que abre una tata o su señora, supongo que el dentista duerme la siesta.
La sala de espera es anodina y hay revistas sobadas por los pacientes, el Semana, el Telva o el Hola, algún TBO para los niños.
El Dr. Serra pasa raudo con su bata blanca, saludando de forma escueta, cerrando la puerta de la consulta, también con cristales traslúcidos.
El primero de la cola entra y miro expectante las borrosas imágenes que se adivinan.....el ruido agudo del torno, los quejidos, los diálogos como susurros.
Va pasando la cola, eterna, sin esperanza.
Por fin entro con alguna hermanaabre la boca niño ……HAAAA!!!
Que muelas tiene este niño, va a ser muy alto, como su padre, gran falacia del doctor que siempre recuerdo al presenciar mi estatura de español antiguo.
Con un ganchillo escarba en una de las muelas, una carie!!! maldición, ha encendido el torno.
La inyección de anestesia es demoledora, venga hombretón no llores!!!.
Taladra sin compasión hasta que me ordena enjuagarme, en un vasito de cristal mediado de agua, un buche que escupo sobre una palangana blanca sobre la que veo el rojo de mi sangre.
Esta temporada no hay extracción que felicidad, evito al doctor tirando a dos manos de la muela de leche rebelde, aferrada a la mandíbula firmemente.
Al ser carie, mete en la perforación un algodón con un liquido picante, hay que volver la semana que viene.
Camino de casa, hay que tomar un batido frío, por si la hemorragia, de vainilla mama!!!!.. aunque medio batido resbala por la barbilla desde los labios adormecidos que no sienten el vaso ni el frío ni el sabor de la vainilla.
Justo antes de marchar a las largas vacaciones, el empaste, esta vez sin dolor y sin inyección.
Rara vez de oro, las mas de plata, supongo yo por el precio...el caso es que con el gancho presiona el metal hasta rellenar el hueco, que inmediatamente palpo con la lengua comprobando la nueva morfología de la muela.

El Dr. Serra se despide con una palmada en la mejilla, Serra es un buen hombre con un mal oficio, así que esta vez, sin batido de vainilla, bajo Marques de Riscal camino de la Castellana, tras la que se adivinan las vacaciones de verano y un año entero sin ir al dentista. 

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