febrero 29, 2016

El viudo.

No recabamos en las vidas de algunos que conocemos, hasta que fallecen y se desvanecen, con el tiempo incluso en la memoria.
Al cerrar la contraportada de la vida, pensamos en los avatares de su existencia y es cierto, que todos daríamos para un relato corto, algunos para una novela de aventuras, otros para un cuento de terror, muchos para un guión de película de gansters.
El Viudo, que así lo conocíamos, ha durado casi noventa años, se marchó mientras dormía la siesta, siesta ahora eterna, un premio para un buen hombre que vivió de forma sencilla aunque algo azarosa.
Nacido en un pueblo cercano al río Guadiaro, su padre tuvo negocio de fontanería y también un cine de verano, que para los años treinta en que esto sucedía, demuestra que debió ser hombre industrioso y formal.
He aquí que tras una infancia y juventud sencilla, esto estaba muy alejado de la civilización....mi amigo marchó a Barcelona a cumplir el servicio.
Era entonces un joven bien formado y de rasgos casi perfectos, como un actor de cine de los de antes, que he visto yo fotos de esas de estudio, en blanco y negro y doy  fe de ello.
Cumpliendo con la Patria, entablo amistad con el hijo de un empresario catalán, que tenia unos autobuses turísticos, de esos que llevan y traen de excursión a los visitantes, supongo yo que a Montserrat o a ver el parque Güell.
El caso es que por su buena presencia, tuvo éxitos con las sudamericanas que recalaban por allá, corriéndola durante unos años, cosa propia de la juventud.
Al cabo del tiempo, el negocio de los autobuses iba viento en popa y el amigo y comilitón, le propuso que fuera a París para expandir el área del transporte en autobús, cosa que hizo sin dudar y allá se fue.
Siguió mi amigo con su vida licenciosa, explotando su atractivo varonil, verdaderamente extraordinario, como ya comenté antes por las fotos que recuerdo haber visto.
En Paris, vestía con elegancia y adquirió un francés mas que regular, con lo que  pasaría por un dandy de los que contemplan la vida sentado en la terraza de esos cafés únicos de la “ciudad de la luz”.

Una tarde cualquiera, sentado ante un “cafe au lait”, queda prendado de una mujer ya madura, muy refinada y bien vestida, cosa frecuente en esa ciudad tan chic, desafortunadamente no estaba sola.
Cuando el caballero que la cortejaba se ausentó por un momento, mi amigo se presentó a ella y cortésmente le propuso quedar al día siguiente, a esa misma hora en la misma mesa, la suerte es de los audaces pensaría, así que volvió a su mesa y pagando, se marcho.
Al siguiente atardecer, ella compareció y sin entrar en detalles que desconozco, se que acabaron en matrimonio.
Nunca la conocí, se que era rusa, de mas edad que el, trabajaba como diseñadora de modas con Pierre Cardin.
Ya el negocio de los autobuses y el ligoteo quedo fuera de lugar, que el viudo era un hombre de gran liberalidad, pero formal y entonces enamorado, así que derivó en poner casa de fontanería, que en eso honraba a su padre y el sabia de eso por haber crecido entre cañerías y grifos.
Al cabo de años supongo de felicidad, desconozco cuantos, ella enfermó, de esa enfermedad que no perdona, así que se la trajo aquí, a su tierra, donde la cuidó hasta el ultimo aliento, tiempo en que yo entro en su vida y es por lo que lo conocí como el viudo.
Hombre conversador y de muchas vivencias, me regalo un cartapacio con grabados de arquitectura francesa neoclásica, además de un par de dibujos de Cardin que el conservaba.
Me espetó un día una frase que quedó ya para siempre en mi magín....
”La España en los últimos veinte años, ha avanzado mas que La Francia en el ultimo siécle”.
Esa era su forma de hablar, entre gabacho y castellano, todo ello con un suave deje gaditano, algo verdaderamente singular.
Estos años aquí, de nuevo en su pueblo, han sido los que yo he presenciado,  aunque nuestro protagonista no descansó en sus lances amorosos, no obstante se apellidaba Amado.
No quisiera pecar de indiscreto, no lo voy a hacer.
Lo que he presenciado en su ultimo tiempo, daría para escribir una novela de aventuras, todas ellas afortunadas, siempre con impecable comportamiento, como corresponde a un caballero.
Hemos coincidido poco en su larga vejez, aunque lo vi cumplir año tras año, despacio, sin perder la buena presencia, aunque algo encorvado y mas torpe.

Una vida mas que se cumple, llena de horas que nadie recordará pronto, ojalá que este pequeño escrito sirva para que el sepa, que se le recuerda con una sonrisa, mientras se despierta de la siesta y se encuentra con la rusa refinada y bien vestida, siempre nos quedara Paris. 

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