En este tiempo de confusión y algarabía, pienso mucho en el pasado, reposado y estable, predecible y seguro.
Me acordaba hoy del barquillero de la puerta del colegio, Guadalquivir nueve.
Hoy seria un emprendedor, con su barquillera roja cilíndrica, con unos dibujos que no recuerdo, la cincha de cuero para cargarla y la ruleta-tapa a la que nunca jugué, que siempre rechacé el azar, bueno no en la lotería de Navidad que es algo como de Carlos III.
Que profesión tan humilde, propia de aquellos tiempos, que daría para un malvivir, sin sobresaltos, sin amenazas de cárcel ni suspensiones de pagos, sin créditos hipotecarios ni prima de riesgo.
Había niños, mayores, que jugaban al juego de la tapa, ruleta humilde de lanzarla y un rarararararara rararara rarar ra....el ocho, nunca entendí el envite, solo compraba barquillos, dorados y crujientes, aunque ahora que lo pienso nunca en mis bolsillos había dinero, el dinero era de los mayores.
El juego estuvo prohibido siempre en aquella época, como algo pernicioso y dañino, que el hispano es hombre de lance, que decir de la hispana.
Empezaron con los bingos, juego cutre y de personal sin nada que hacer que se atonta con la niña bonita o los dos patitos.
Las maquinas de los bares, en las que he visto yo a ancianas camino del mercado, jugarse el filete de ternera, acabando en una triste comida de coliflor rehogada.
Luego los casinos, sitios con glamour en el pasado, que se convirtieron en locales para albañiles y administrativos ludópatas, cuantas desgracias familiares por la perdida del salario.
En los últimos años, el juego esta ya en el teléfono o en el ordenador, es contradictorio que se persiga el tabaco y no esta plaga insana y devastadora para muchos.
Solo se explica por que la mafia del Estado trincón se enriquece con la actividad, no les importa la depauperación de los votantes, ellos se llevan su pellizco y que ruede la bola.
Pobre barquillero si hubiera presenciado esto, de sacar unas perrillas a los niños a regentar "betandwin", que se anuncia en las camisetas de los futbolistas, esos falsos ídolos tatuados de nuestro tiempo.
Al menos la administración, debería velar para que a la salida de los casinos, de los bingos, de las administraciones de lotería bonoloto y demás casamatas, hubiera un modesto barquillero con sus crujientes y ricos productos, para endulzar la amargura de la pérdida económica y la desolación de vivir en un Estado repulsivo e inmoral, que alienta el juego de envite con tal de recaudar para alimentarse, alimentar al monstruo que nos domina y nos pervierte.
Me acordaba hoy del barquillero de la puerta del colegio, Guadalquivir nueve.
Hoy seria un emprendedor, con su barquillera roja cilíndrica, con unos dibujos que no recuerdo, la cincha de cuero para cargarla y la ruleta-tapa a la que nunca jugué, que siempre rechacé el azar, bueno no en la lotería de Navidad que es algo como de Carlos III.
Que profesión tan humilde, propia de aquellos tiempos, que daría para un malvivir, sin sobresaltos, sin amenazas de cárcel ni suspensiones de pagos, sin créditos hipotecarios ni prima de riesgo.
Había niños, mayores, que jugaban al juego de la tapa, ruleta humilde de lanzarla y un rarararararara rararara rarar ra....el ocho, nunca entendí el envite, solo compraba barquillos, dorados y crujientes, aunque ahora que lo pienso nunca en mis bolsillos había dinero, el dinero era de los mayores.
El juego estuvo prohibido siempre en aquella época, como algo pernicioso y dañino, que el hispano es hombre de lance, que decir de la hispana.
Empezaron con los bingos, juego cutre y de personal sin nada que hacer que se atonta con la niña bonita o los dos patitos.
Las maquinas de los bares, en las que he visto yo a ancianas camino del mercado, jugarse el filete de ternera, acabando en una triste comida de coliflor rehogada.
Luego los casinos, sitios con glamour en el pasado, que se convirtieron en locales para albañiles y administrativos ludópatas, cuantas desgracias familiares por la perdida del salario.
En los últimos años, el juego esta ya en el teléfono o en el ordenador, es contradictorio que se persiga el tabaco y no esta plaga insana y devastadora para muchos.
Solo se explica por que la mafia del Estado trincón se enriquece con la actividad, no les importa la depauperación de los votantes, ellos se llevan su pellizco y que ruede la bola.
Pobre barquillero si hubiera presenciado esto, de sacar unas perrillas a los niños a regentar "betandwin", que se anuncia en las camisetas de los futbolistas, esos falsos ídolos tatuados de nuestro tiempo.
Al menos la administración, debería velar para que a la salida de los casinos, de los bingos, de las administraciones de lotería bonoloto y demás casamatas, hubiera un modesto barquillero con sus crujientes y ricos productos, para endulzar la amargura de la pérdida económica y la desolación de vivir en un Estado repulsivo e inmoral, que alienta el juego de envite con tal de recaudar para alimentarse, alimentar al monstruo que nos domina y nos pervierte.