enero 08, 2014

Academia de dibujo.

Como tantos otros estudiantes de arquitectura. asistía a una academia de dibujo, en mi caso a la de D. Rafael Hidalgo de Caviedes.
Era D.Rafael arquitecto ya anciano, de pelo muy blanco y peinado, traje
limpio, corbata negra sobre camisa blanca zapatos marrones, bajo de estatura a mas de la mengua de los años.
Su hijo Rafa, asistía a los alumnos de la tarde, era pintor y escultor abstracto, de aspecto descuidado, como de artista, barba y jersey, manos descuidadas.
La academia era un ático destartalado con una gran vitrina cuadriculada orientada a norte, en la calle Hermosilla, mas arriba de Velzquez.
Por las paredes, vaciados de escayola de tamaño natural, los mas populares, el “fauno del cabrito” la “venus esquilina” y el “niño de la espina”.

En los estantes,bustos, manos y pies, la cabeza de caballo de la Acrópolis con su belfo caído, todos ellos de la tradición griega, que luego copiaron los romanos, todos blanquísimos de escayola.
Grandes tableros sobre caballetes, el papel “guarro” pegado con cola por D. Epifanio el paciente bedel también anciano, todos entorno al modelo a dibujar esa semana.
Se dibuja en silencio en jornadas de hasta cuatro horas, mientras D. Rafael con mano temblorosa y pequeños trazos, carboncillo en mano, corige el encajado, previo a la “mancha”, que así se llama la técnica para dibujar estatua.
Se emplean plomadas para comprobar puntos y con el carboncillo y el ojo guiñado se toman y comparan medidas.
Algunos dibujan de forma intuitiva, fiados del ojo, a mi parecer sistema mas eficaz, aunque algunos trazos denotan comprobaciones, diagonales, plomos y otros mas sutiles, que hacen aparecer la obra sobre el papel de grano, poco a poco, lentamente.
En las mesas corridas bajo el ventanal, en tablero mas pequeño, algunos dibujan “lavado”, técnica de tinta china y agua con pincel, para reproducir con realismo capiteles, trozos de cornisa, basas y fústes.
Al marchar el dueño, se producen algunos desordenes, uno que canta, otro cuenta chistes, algún grito, hechos todos que relajan la tensión que produce la concentración que requiere el aprendizaje del dibujo del natural.
El “sábado feliz” en que cada uno pone un duro y se sortea entre los presentes la recaudación, con el consabido “sábado sabadete camisa nueva y un .......”
Pocas mujeres, no mas de tres de los veinte alumnos, se comportan igual que nosotros, incluso son mas procaces en el hablar.

Un día, una de ellas, al abrir la puerta, se da de bruces con un hombre desnudo, el primero de su vida, modelo del natural, sobre el pedestal, con todos sus atributos de varón, se pone nerviosa, se azora y llora, con gran jolgorio de los desalmados estudiantes.
Muchas horas educando el ojo, contemplando las formas bajo la luz, sombras propias y arrojadas, el dedo que desvanece la negrura del carboncillo y el toque de goma para un brillo.
Era una formación clásica que mas tarde se desechó de las escuelas, por elitista y ñoña, con el resultado que se contempla en nuestros pueblos y ciudades, mal gusto y estridencia, extravagancia y malas practicas.

Ya dijo D. Eugenio d´Ors hace tiempo, que Todo lo que no es tradición, es plagio.

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