Un día cualquiera quizá del otoño de aquel año ya antiguo, mi amigo José, con veleidades de guitarrista, me espetó, “tengo entradas para el Teatro de la Zarzuela, para ver a Paco de Lucia”.
Allá que nos fuimos al atardecer, era un fenómeno, rodeado de gitanos con camisa negra abierta, algunos parientes suyos, fue algo extraordinario que me dejo huella.
En aquella ocasión me explicó mi amigo José lo que era un picado, el arte de la “caja” a modo de bajo continuo, un arte ancestral de un pueblo milenario y misterioso, a los que llaman “egipcianos”.
En aquella época el flamenco y la copla eran como de radio escuchada en la cocina por las muchachas de servicio, como de Nati Mistral o Estrellita Castro.
Eran años para mi de Bob Dylan y también de Bach o Corelli, todo eso del folclorismo no era actual, aunque a mi me fascinó aquella guitarra desgarrada, el arte tiene tantas caras...........
Nacido en Algeciras, entonces en una bahía donde se sacaba el copo y las barquitas de Palmones salían a acechar a los barbos y a las lubinas, hoy cargadas de metales pesados y azufre de la refinería de Cepsa.
Algeciras, uno de los pueblos mas feos de España en la actualidad, por la ambición y la falta de sensibilidad de arquitectos promotores y alcaldes, con su terminal de contenedores, un solar de cajas inmensas de lata llenos de zapatos y juguetes chinos, que gigantescas grúas mueven de un barco para otro.
Por eso, quizá, Paco el de la Lucía se fue para siempre, a Méjico, a Toledo, a Mallorca, que no es posible para el artista vivir rodeado de fealdad.
Aquí vuelve ahora de nuevo, se va a enterrar, junto a sus padres y algún hermano, pues ya muerto no verá su paisaje idílico, destrozado por la vulgaridad y la barbarie.
Fumador empedernido, lo había dejado hace solo veinte días, impresionado por la muerte de un conocido.
Que contradicción, es posible que el estrés de la abstinencia lo haya matado, “quien quiera salvar su vida la perderá” dicen las escrituras.
La guitarra en el flamenco es solo acompañamiento, pero el acompañó a Camarón, otro monstruo de la música telúrica, que se interpreta con la sangre y con el hígado, que no con el corazón.
Así pues en este desfile ordenado hacia la parca, hoy le tocó a el y a su guitarra, solo le escuché una vez, con la camisa negra abierta, descanse en paz.
Allá que nos fuimos al atardecer, era un fenómeno, rodeado de gitanos con camisa negra abierta, algunos parientes suyos, fue algo extraordinario que me dejo huella.
En aquella ocasión me explicó mi amigo José lo que era un picado, el arte de la “caja” a modo de bajo continuo, un arte ancestral de un pueblo milenario y misterioso, a los que llaman “egipcianos”.
En aquella época el flamenco y la copla eran como de radio escuchada en la cocina por las muchachas de servicio, como de Nati Mistral o Estrellita Castro.
Eran años para mi de Bob Dylan y también de Bach o Corelli, todo eso del folclorismo no era actual, aunque a mi me fascinó aquella guitarra desgarrada, el arte tiene tantas caras...........
Nacido en Algeciras, entonces en una bahía donde se sacaba el copo y las barquitas de Palmones salían a acechar a los barbos y a las lubinas, hoy cargadas de metales pesados y azufre de la refinería de Cepsa.
Algeciras, uno de los pueblos mas feos de España en la actualidad, por la ambición y la falta de sensibilidad de arquitectos promotores y alcaldes, con su terminal de contenedores, un solar de cajas inmensas de lata llenos de zapatos y juguetes chinos, que gigantescas grúas mueven de un barco para otro.
Por eso, quizá, Paco el de la Lucía se fue para siempre, a Méjico, a Toledo, a Mallorca, que no es posible para el artista vivir rodeado de fealdad.
Aquí vuelve ahora de nuevo, se va a enterrar, junto a sus padres y algún hermano, pues ya muerto no verá su paisaje idílico, destrozado por la vulgaridad y la barbarie.
Fumador empedernido, lo había dejado hace solo veinte días, impresionado por la muerte de un conocido.
Que contradicción, es posible que el estrés de la abstinencia lo haya matado, “quien quiera salvar su vida la perderá” dicen las escrituras.
La guitarra en el flamenco es solo acompañamiento, pero el acompañó a Camarón, otro monstruo de la música telúrica, que se interpreta con la sangre y con el hígado, que no con el corazón.
Así pues en este desfile ordenado hacia la parca, hoy le tocó a el y a su guitarra, solo le escuché una vez, con la camisa negra abierta, descanse en paz.
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