Parece que esta tarde a las siete y cuarto empieza el verano astronómico, la astronomía es ciencia formal al igual que las leyes de la física, si dependiera de los hombres quizá empezara con un mes de retraso o peor aun, no empezaría nunca, por quiebra o por robo, que a todo estamos afanosos, había una canción de Sabina, “quien me ha robado el mes de abril”, pues así con el verano entero, que acabaría en el balance de algún banco.
Con el verano viene la desgana que producen los calores, estar en una oficina a las cuatro de la tarde se convierte en un acto heroico e insano, madrugar es agradable por el fresco pero a la noche no se puede dormir hasta muy tarde, si es que refresca algo.
Son las noches de verano para callejear y charlar dejando que el cuerpo se rinda solo al cansancio, para acabar tumbado sobre el colchón con el balcón abierto mientras los visillos oscilan con la brisa.
Escribir en verano también es trabajoso y hay que vencer la tendencia a mirar al infinito y no hacer nada, el “dolce far niente”, ademas pienso a menudo sobre la la inutilidad de escribir, adonde ira a para todo esto.
Hay millones de blogs y de otras modalidades de publicación en la web, cuyo futuro es incierto, algún día Google o Yahoo decidirán cambiar de servidores y tiraran a la basura millones de escritos y pensamientos que sin corriente eléctrica se quedaran mudos y ocultos con sus trillones de bytes inánimes, como les ha ocurrido a tantos diarios de papel comidos por el moho o devorados por los fuegos y los tiempos.
En todo caso antes de que en apenas dos minutos comience el solsticio de verano, quede aquí esto anotado, mientras hago como que trabajo escuchando un bonito concierto para piano y orquesta que suena en la radio, con pereza de tarde ya de estío.
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