agosto 31, 2011

La sierra bermeja.

La verdad es que la observo desde hace años, es rotunda y con un perfil suave y bien dibujado, a veces en lo mas frío del invierno se nieva y ofrece una imagen como de volcán altísimo en medio del trópico, con las palmeras en primer plano.
Su parte mas alta, Los Reales esta a casi 1.500 metros sobre el mar Mediterráneo que moja su falda con lo que es una presencia constante en toda la costa de por aquí.
Al atardecer con el poniente, su tono rojizo le ha dado nombre, Bermeja, no confundir con el ministro de justicia Bermejo también rojo pero sin encanto ni estilo.
La he recorrido arriba y abajo hasta el valle del Genal, con sus pueblos blancos al norte con nombres extraños y primitivos, Parauta Benarrabá Genalguacil Jubrique, Atajate Algatocín Benalauria Benadalid........siempre he pensado que la historia les llega con retraso, tal es su aislamiento y soledad.
Los bosques son densos y las especies cambian con la altura, alcornoques quejigos castaños alisios, pinsapos en lo mas alto, árbol este ultimo reliquia de las glaciaciones cuando Europa estaba bajo el hielo y aquí en el sur prosperaban los abetos, esos de la navidad, aislados ahora en Sierra Bermeja.
Todas estas cosas ya las conocía, sin impresionarme en particular, era una sierra mas de las tantas de España, tierra de relieve dramático al que estamos habituados.
Pero ayer hice averiguaciones, que me han conmovido, la revelación es que se trata de un caso único en el mundo por su singularidad y extensión, la sierra entera es una formación de “peridotitas”, roca ígnea que conforma el manto de la tierra, por debajo de la corteza en la que vivimos,a unos veinte kilómetros, una gigantesca roca fundida que se asomo justo aquí para ver el cielo y el “mare nostrum”, nuestro mar.
Todo esto puede parecer algo sin trascendencia, pero el conocimiento enriquece la vida, ahora se que todas las singularidades conocidas de ese monte majestuoso provienen de ser un trozo de roca incandescente que quiso ver como era el Mediterráneo y presenciar el nacimiento de la civilización, asomándose desde las profundidades junto a las Columnas de Hercules.
Cuando lo vea ahora rojizo al atardecer por el oxido de hierro de las “piritas” pensare en su nacimiento incandescente como una rebelión de rocas que quisieron ver como eran el agua y el sol.

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