octubre 23, 2011

El Angel de la Guarda.

Era final de mayo, a la ida atravesé tres tormentas, antes de llegar a La Mancha, con gran cascada de agua una de ellas.
Encogido tras el carenado, en la apoteosis pluviométrica que apenas me permitía ver, un rayo unió dos nubes sobre mi cabeza, sobreponiendo su explosión al ronroneo del motor.
Gran susto a la intemperie, donde pienso en la muerte fundido por el rayo junto a mi moto azul.
El día de la  la vuelta es plácido y la temperatura agradable, anuncio del verano, sin viento que tanto molesta en moto.
El que no estaba bien era mi metabolismo, tensión baja, falta de sueño........ cualquiera sabe, la biología es compleja y cambiante.
Así pues el viaje es una tortura, Madrid esta muy lejos y las autovías son aburridas, acentuado por la absurda limitación de velocidad, demasiadas horas, cada kilómetro exige un esfuerzo, se va muy atento y con muchos músculos tensos.
En los pequeños sustos se tensan todavía más músculos, las manos se entumecen y hay pequeños dolores en caderas espalda y cuello.
Las paradas empiezan a ser mas frecuentes, un pitillo, un paseo, un café.........se esta haciendo agotador, me pregunto que sentido tiene hacer esto con lo rápido y descansado que se va en AVE.
Ya al atardecer, tras una larga merienda en un precioso sitio del campo granadino, el cuerpo se entona y hago el ultimo esfuerzo por ir más rápido y acabar este viaje interminable.
A menos de treinta kilómetros del final, adelanto otra moto, japonesa sin duda, el chico debe ser joven y viste de negro como la montura, las motos no se conducen, se montan.
En el crepúsculo veo sus dos faros brillantes en el retrovisor y me pregunto por que no me pasa, sigue ahí, de pronto en un túnel escucho el ruido de su motor y me pasa como una exhalación.
A la salida del túnel va mas despacio, pienso que por el levante que sopla racheado desde el mar, le adelanto otra vez y sigue tras de mi, será que me conoce?........al fin y ya cerca de la ultima bajada hacia el río Guadiaro, me pasa por la derecha entrando a la gasolinera, nos miramos y me hace  una V con los dedos de la mano derecha, negro y plata como los toreros, le saludo también y pienso que todo el esfuerzo mereció la pena por ese instante tan lleno de vida y movimiento, sonido olores y simpatía.
 Y........bajando la larga cuesta pienso en el encuentro y me asalta una idea inocente y pueril, quizá era mi Ángel de la Guarda, años sin acordarme de el, puede que ya ni crea en su existencia, pero me parece un pensamiento bonito y después de todo la realidad quien sabe cual es.
Seguro que volveré a hacer un largo viaje en moto, pronto.    

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