julio 13, 2012

El museo en la Academia.


El pórtico dórico de la entrada, muerde un poco la acera de la calle, para disgusto de los arquitectos municipales que no conciben la variedad un poco anárquica de la creación en el arte.
Es el mismo pórtico que vio a diario, durante años, entrar a Don Francisco de Goya, vinculado a la Academia y gran protagonista de la colección permanente.
Dos grandes óleos uno, el primer retrato velazqueño de Fernando VII con su cara de rey felón y enemigo de la libertad, peor aun si cabe el segundo, de Manuel Godoy, mocetón vulgar que enamoró a Maria Luisa de Parma, hombre sin espiritualidad, hecho genético que se perpetua en los Borbones y su selección de cónyuges.
El Principe de la Paz posa recostado en uniforme militar y con su rostro de turronero embrutecido, que cautivó a la Reina para desgracia de la Nación.
En una sala contigua varios retratos de allegados y amigos de su vida en Madrid, Fernandez de Moratin, Munarriz y el mas admirable del arquitecto Villanueva, todos con mirada inteligente, incluido uno de sus autorretratos de 1.815 tras la guerra de la independencia.
Al pie de todos ellos el nombre de los donantes, hijos o viudas de los retratados........admirable la generosidad de estos legados, propia de cuando el arte no era comercio sino sentimiento y memoria.
Pequeños óleos de temas inquisitoriales o de penitentes y uno de un manicomio, muy siniestro con los locos semidesnudos. Por ultimo, como no, algunos aguafuertes de suertes taurinas.
El resto de la colección es meritoria con cuatro grandes lienzos de monjes de Zurbarán y muchos otros de segundos espadas, la mayoría de tema religioso. 
Las salas están frías y solitarias, se escuchan los pasos y el silencio de las pausas ante cada obra, las celadoras, son ya mayores, alguna lee un libro, se las ve abatidas, posiblemente por conocer que no tendrán paga de Navidad.
Al acabar la visita, está la escalinata peldañeada de granito con una sobria balaustrada de hierro y un majestuoso trazado, que conducen a la luz cegadora de la Calle de Alcalá, en un mediodía de julio.
A la salida no hay tienda de postales ni recuerdos......, lo que se agradece. 
Una funcionaria le dice a otra "estamos perdiendo los privilegios" lenguaje impropio pienso, quizá debió decir “derechos”, que en este torbellino se perderán con otras muchas cosas.
Fuera en la calle el calor inclemente produce desagrado, la acera de la sombra esta algo frecuentada, la otra desierta, se encamina a la Puerta del Sol, escenario ayer de la bronca con los mineros y el lumpen que se adhiere a cualquier protesta.

Es de suponer de vivir ahora Don Francisco, que se hubiera exilado a Burdeos decepcionado por tanto dislate en las Españas, tras haber realizado otra serie de pinturas negras acerca de la miseria que nos invade o sobre la deuda, monstruo mitológico que nos devora.
Quedarían aquí colgados sus retratos de los reyes y su familia, con uno de Urdangarín lanzando un pelotazo en una acrobacia inverosímil de las que se estilan en balonmano, que Iñaqui no cautivó a la Infanta por ser guardia de corps, incluso en esto decaímos.


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