julio 06, 2012

Los moros.

Pasan por aquí ahora millones, se volverán a final de agosto a sus quehaceres en Francia o en Bélgica u Holanda.
Es un fenómeno ya antiguo, que yo los veía pasar por Irún hace casi cuarenta años, todo ello consecuencia supongo de la descolonización de Argelia y Marruecos, cuando muchos de ellos se nacionalizaron Franceses.
Van a sus tierras ancestrales del Magreb donde, no hay libertad, poquísima igualdad y algo de fraternidad. 
Que dirían Danton o Robespierre de estos nuevos galos magrebies, bueno como Sarkozy, que estamos todos muy revueltos en Europa parece.
Los adultos todavía visten a la manera tradicional, con babuchas y mantos, ellas tapadas las cabezas con pañuelo, traje bolsa, sin que se pueda adivinar la morfología como manda Mahoma, los jóvenes ya crecidos en Europa, con ropa deportiva de marca y algunos con camisetas de futbolista, que en eso se parecen a los cristianos.

Durante años he coincidido con ellos por las carreteras, hacia el sur y de vuelta al norte, tarde ya oscurecido, aunque ellos tienen por costumbre detenerse a dormir en el suelo a media noche, para continuar antes del amanecer.
Luces amarillas y trayectorias erráticas por los caminos de España, donde sus antepasados cultivaron la tierra y construyeron mezquitas, para acabar siendo expulsados a su lugar de origen después de siglos de peleas.
Llevan en sus genes de nómadas el discurrir sin cansancio durante horas interminables, algunos serán nietos de los caravaneros que iban a "Timbuktu" con sus camellos, casi a igual velocidad que ahora en sus furgonetas.
He oído, que llevan todo lo que tienen por temor a ser robados durante sus vacaciones en el norte de África, me llaman la atención los grandes paquetes en el techo, que hacen peligrar la estabilidad de los vehículos.
Me produce perplejidad la gran cantidad de bicicletas y triciclos que transportan, pienso si para venderlas en su tierra o también como regalos para los parientes que quedaron atrás.
El caso es que las arenas del Sahara deben estar llenas de bicicletas, tras tantos años de importación.
Hubo un tiempo en que debido a problemas en los ferrys, se acumulaban por aquí en las carreteras, al saturarse de coches  Algeciras, atascándose las carreteras, con broncas entre ellos y los cristianos que volvían de la playa, aunque nunca se llego a las manos afortunadamente.
A la vuelta desembarcan tarde y tras unos kilómetros paran en las gasolineras a cenar y las llenan de basura, que en esto el musulmán no es muy mirado.
Supongo que muchos de ellos camuflan su paquetillo de hachís para venderlo en la “Avenue Foch” que allí se paga caro y redondean el presupuesto anual con ello.
Es un invasión periódica al modo de la de "Tariq", pero sin atabores ni alfanges, invasión de furgonetas escacharradas que trasvasan culturas y formas de vida, lentamente, convirtiendo el Magreb en algo parecido a Europa, espero que no ocurra lo contrario.

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