julio 05, 2012

La calor.



A veces en los pueblos le dicen “La Calor” aunque en castellano correcto debe ser el calor.
Sucede todos los meses de julio, cuando ya la mies esta recogida y el campo va camino de agostarse, la primavera quedo atrás y todos los seres crían sus retoños bajo los rayos del sol beneficioso.
Me gusta mucho un aria de “Porgy and Bess” en que una negrita con un bebe en brazos canta Summertime, viene a decir que la vida es fácil, olvidados ya los rigores del invierno.
Es verdad que estamos en la plenitud de la naturaleza, las hojas nuevas y verdes, las cosechas prometedoras y los millones de seres recién nacidos que perpetúan el milagro de la vida.
Todo esto esta bien, aunque la calor repentinamente irrumpe de forma desmedida y todo se paraliza.
Nos acercamos a los cuarenta grados y el cuerpo se transforma, quizá por la dilatación, todo se vuelve calmo y no hay movimiento, salvo el que provoca la brisa ardiente al despabilar suavemente  los arboles.
Los pájaros ya afanaron al alba y se ocultan entre las ramas, los hombres de igual forma buscan la sombra y la inactividad de la siesta.
A las cinco de la tarde, hora taurina, nada se mueve, que las corridas son ahora a las siete por esas estupideces de los gobiernos que trastocan incluso la cosmología.
Me gusta el silencio solo interrumpido por las chicharras e imagino el resplandor dorado ahí fuera, mientras la casa permanece fresca y en penumbra en esta arquitectura mediterránea, lejos de esas absurdas cristaleras como de Finlandia.
Serán solo unos días, que ya agosto viene preñado del otoño y la canícula es ya mas liviana, junto con su luz mas fría de final de verano.
Así que es tiempo en que el paro crónico de la población nacional, se disimula un poco escaqueado en este bochorno que invita a la inactividad en el sopor de este nuevo estío.

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