abril 17, 2014

La Semana Santa.

El domingo de ramos era el inicio de la Semana Santa, también de las vacaciones de un par de semanas, después de los odiosos madrugones invernales para esperar el autobús del colegio.
La procesión de niños vestidos de nazarenos, con una palma en la mano, con la que se golpea la cabeza del cofrade de delante siempre que no te vean los curas, que vigilan el buen orden del cortejo, Joaquín Costa abajo los niños cantan.
Lauda Jerusalem Dominum
lauda Deum tuum Sión
Hosanna, hosanna hosanna Filio David.

Que ya de pequeños sabíamos algo de latín, aunque no donde estaba Jerusalén ni por supuesto lo que era el movimiento sionista.

Ya de vacaciones, en los cines solo ponen los Diez Mandamientos, o Ben-Hur, ya vistas en otras cuaresmas.
En las radios, solo música clásica, nada de canción ligera, que es tiempo de meditación y recogimiento.
Alguna procesión en jueves o Viernes Santo, aunque en Madrid no son muy bonitas, las andas van sobre ruedas y las calles son demasiado anchas para el ambiente que se espera de un paso, tampoco es sitio de saetas, que bonito nombre para un canto, la saeta que atraviesa el aire, rápida y afilada.
Lo mejor, el remate del Sábado de Gloria, con la escapada a El Escorial, los tíos y los primos, cena en una tasca, frío primaveral y la misa al filo de las doce.
La basílica del monasterio con sus inmensos pilares de granito, la gran cúpula y las figuras de Carlos V del lado del Evangelio, su hijo Felipe del costado de la Epístola, con sus mujeres, las manos juntas orando, incluso las esposas fallecidas.

A las doce el órgano atrona con una coral de Bach, bellísima, aunque yo no se quien es Juan Sebastián, pero me gusta, me encantará ya para siempre.
A la salida el relente seco de la sierra cercana, la sierra que divide a las dos Castillas.
Son vivencias que quedaron grabadas en la piel y en el alma de un niño, de muchos niños?
Ahora la Cuaresma es mas de “operación salida” de si lloverá o lucirá el sol, de poco rezo y menos hosanna, en definitiva, mas laica y menos sagrada.
Desapareció el tinte lúgubre de la Pasión, las lecturas evangélicas de la dramática historia, el huerto de Getsemaní y Póncio Pilatos que siempre, año tras año, se lava las manos, como tantos hipócritas ahora se las siguen lavando, entregando a inocentes al sufrimiento y a la muerte.
Me gustaba a mi aquella semana santa, callada y tranquila, con su ayuno y abstinencia.
Las telas púrpuras que cubren los crucifijos de forma misteriosa, tantos ritos ya casi olvidados.

Extrañamente, ahora, en una nueva resurrección del pasado, en Andalucía pasean las imágenes a hombros de una fe renovada, mezcla de tradición y espíritu de equipo cofrade, por las callejas en penumbra, con los cirios temblorosos, con las lágrimas de cien Macarenas, para que los nuevos niños se enteren de la tierra en la que han nacido.

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