abril 29, 2014

Los últimos románticos?

Releía yo estos días una novela de Pío Baroja, “Los últimos románticos” y meditaba sobre que, es un folletín lleno de personajes que con los años hacen disparates y combinaciones inverosímiles, una ficción salida de la mollera de Don Pío........de quien soy admirador.
He aqui, que hoy pasé frente a una casa, a cuyos dueños, conocí bien durante muchos años, casi desde mi adolescencia, ambos ya fallecidos en la actualidad.
La casa ha estado ultimamente abandonada, con unos grandes peces caribeños colgados de la pared de la galería, deteriorándose con las lluvias del invierno y los calores del verano, el jardín, con altisimos arboles, también descuidado, aunque escuché que un matrimonio de guardeses vivía en ella.
Desde hace un mes, he visto gran actividad, los peces ya no están y se han blanqueado los muros, arreglado humedades y recortado los setos, todo va cobrando su vida del pasado.
Meditaba yo sobre lo que conozco de la historia de esta casa, Baroja se queda corto en sus invenciones.
He aquí el relato, con nombres y sitios ficticios, no pecaré de indiscreto.
Juan Gomez Paz, era un joven de la clase media madrileña, tras la guerra civil, saco unas oposiciones de alto nivel, que le condujeron a ser destinado a Cuba, allá por la época anterior a Batista.

Juan era buen mozo, de pelo agitanado negro y ojos vivos de mirada inteligente, español y joven, pronto se encontró en la crema de la mejor sociedad de La Habana, donde conoció a Carmela, rica heredera de una factoría licorera, cuyo patriarca, tuvo el acierto de mover la produccion a Miami, antes de la conversión al comunismo de Fidel Castro.
El resultado de la conversion de Fidel es bien conocido, sigue vivo y haciendo de Cuba una isla extraña, por decir algo.
Vuelvo a mi relato. 
Juan y Carmela, ya casados, se trasladaron a Madrid, donde vivieron una vida sencilla, sin necesidad económica, Juan nunca volvio a trabajar, yo le recuerdo ya mas entrado en carnes, con gafas, bondadoso y paciente con su mujer, menuda ella, con su acento cubano, elegante y de pelo rubio, mas tarde gris.
La licorera iba viento en popa y el matrimonio no tuvo hijos, con los años, vivieron en la opulencia, aunque sin alardear nunca de sus bienes.
Ya de viejos, venían a su casa de los peces, Juan murió y ella mantuvo algunos años su vida aquí, ayudada por su cuñada Teresa, mujer vistosa viuda del hermano de Juan, Pacorro, hombre algo desastrado que creo no la hizo feliz.
Este Pacorro engendro varios hijos, todo ello en Madrid, conocí a una de ellas, Polín, de gran belleza y buen estilo.
Al morir Carmela, quedaron la casa y los abundantes bienes en testamentaria, situación que yo supuse era complicada, por lo que relato a continuación.
El único hermano de Carmela, que vivió siempre en America, tuvo un hijo varón, también americano que residía en La Florida.
Una vez huérfano este sobrino de Carmela, entro en posesión de su parte del negocio, cada vez mas crecido y de grandes beneficios para los herederos.

Este joven se caso mas de una vez, dejando algunos hijos, a dos de ellos y a la madre ultima, los conocí yo en Madrid, ella ya viuda, pues su marido, el sobrino de Carmela murió al caer el avión en el que viajaba con su amante, su matrimonio estaba ya muy deshilachado supongo.
Así pues, en estos años de abandono de la casa, pensaba yo algunas veces en la viuda aérea y sus dos niños pequeños, sobrinos nietos de Carmela y herederos de la parte americana del negocio, pues ella no estaba divorciada cuando el accidente.
Todos supusimos, que la cuñada Teresa, seria beneficiaria de alguna renta, por su ayuda y compañía en el tiempo de viudedad y decadencia, aunque creo que no hubo tal, pues la saludé hace un par de años con un hombre mayor de buen aspecto, me dijo que vivía e Italia, me alegré por ella.
La sobrina airosa, Polín, caso con un peruano, mayor que ella y a su vez divorciado de una andaluza, que juntan también varios hijos entre todos y viven felices en Bilbao, con un negocio de pesquerías.
Al fin de este embrollo, he sabido que Polín y su marido peruano, ha tomado posesión de la casa, descolgado los peces y blanqueado los muros.
No se si me he explicado bien, es todo complicado y de muchos seres que pasan como las ráfagas de viento.
A casi todos los he conocido y Juan y Carmela, de la edad de mis padres, me trataron siempre con cariño y consideración.
A la viuda del fallecido en el avión, la trate también por haber coqueteado con un sobrino mío, mucho mas joven que ella, con disgusto de mi hermana....aunque la relación no se consolidó, tras probar la convivencia unos meses en Miami.

La enseñanza es que, Baroja no es un fabulador, la vida al pasar el tiempo, se enmaraña y se entrelaza, seres, situaciones, desamores, muertes y nacimientos, como un cuadro impresionista de pinceladas inciertas y contradictorias.
Esta de la casa de los grandes peces disecados, es solo un ejemplo de lo confuso y anárquico de la vida, que me hace recordar con ternura a Juan y a Carmela, siempre amable ella, con su acento suave, cubano.



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