No se encuentran muchos amigos en el camino, largo ya de la vida.
Conocidos, por cientos, algunos de mas intimidad por un tiempo, luego se esfuman, o se mueren que es peor.
Otros ingresan en prisión pero por suerte a ninguno de estos conozco yo, solo de verlos en los periódicos.
Ricardo es bilbaíno, de Guecho, para mas exactitud, lo conocí un día al atardecer en la escuela de arquitectura.
Había huelga, una de esas cansinas huelgas de antes de Navidad, promovidas por el rojerío de la época, pretexto para los de provincias que anticipan las vacaciones.
Nos tocaba “mancha” que consistía en dibujar vaciados de escayola, del natural, en el aula del museo, en los sótanos del caserón blanco fuente de nuestro saber en tantas materias.
Provistos de carboncillo trapo y goma, nos increpan por esquiroles, siempre me ha molestado que me impongan lo que debo hacer, se ve que a Ricardo también, así que con una pareja mas de díscolos, nos pusimos a dibujar a la Venus Esquilina o quizá el Fauno del Cabrito, que mi memoria no es tan precisa.
Con un ojo puesto en la puerta por si nos hacían una trastada, permanecimos las tres horas reglamentadas dibujando, hasta las nueve, noche cerrada ya de mes de diciembre.
A la salida paseo hasta Moncloa, una caña y una conversación, resultando que ya nuestros abuelos se conocían de los veranos de Ondarroa, agostos antiguos de alpargata y chocolatada en las campas, desde entonces una entrañable unión, con muchas ausencias y cambios de tercio, pero el mismo fondo de complicidad y simpatía mutua que perdura.
Estuve en su boda, fue de los primeros en casarse, gran ceremonia vizcaína y recuerdo borroso de Las Arenas y el puente colgante.
Encuentros escasos en aquellos años, uno muy especial en La Concha en que Fuenterrabía ganó la regata y la bandera, luego en Guetaria una merluza hervida, que el entiende de pescado y sabe donde y como comerlo.
A los pocos años supe, que como tantos de aquella tierra, tuvo que largarse, primero a Londres, luego a Madrid, por culpa de esa mafia llamada ETA de la que el estúpido Estado no les quiso defender, no interesaba quizá, que hay mucha suciedad siempre en el poder.
Un buen día me dice que se va a Arabia Saudita, no me lo creo, pero se fue.
Se transforma en un amigo cosmopolita, que vuelve de vacaciones pasando por Suiza o por Alemania, el mundo para el es mas ancho que el Nervión y el “bocho”, mientras yo sigo en Madrid, algo pueblerino entonces.
Se transforma en un amigo cosmopolita, que vuelve de vacaciones pasando por Suiza o por Alemania, el mundo para el es mas ancho que el Nervión y el “bocho”, mientras yo sigo en Madrid, algo pueblerino entonces.
Un mes de mayo nos dice que nos contrata, por cuarenta días, para ayudarle con unos dibujos.
Nunca olvidaré verle vestido de bilbaíno con un gorrito blanco, dirigiendo a paquistaníes, somalíes, sudaneses, a los que había enseñado español.
Con un martillo en la mano les miraba fijamente y les decía MARTILLO!!! y ellos con sus rostros multicolores repetían martillo!!!! con lo que aquello era una cosa notable, en medio de aquel desierto a casi cincuenta grados y rodeados de moros con camisón.
Era mayo y ramadán, el llevaba una botella de agua en el coche, en un semáforo pega un buen trago, el coche de atrás le toca la bocina agresivamente, seria un yihadista pienso yo ahora, Ricardo hace un corte de mangas sin volver la cabeza, hace bien pues un bilbaíno no esta obligado a cumplir con los preceptos de Mahoma.
Ha vuelto a España hace tiempo y con gran esfuerzo se busca la vida, ahora en Barcelona de donde esta deseando largarse ante la perturbación que allí se ha generado, que el sigue siendo ciudadano del mundo y aborrece de esas mixtificaciones de las tribus.
Hombre inteligente, que todavía estudia álgebra y calculo infinitesimal, materias que pertenecen al mundo de lo angélico, de lo sobrenatural, que así es su condición.
En cualquier momento una llamada y responde, siempre el mismo, el del abuelo del PNV arquitecto, amigo de mi abuelo de la CEDA.
El consejo adecuado y las palabras de esperanza, la misma voz firme que hace tantos años en la puerta del aula del museo me dijo, si tu entras yo entro, el hombre imprevisible en sus acciones y leal para conmigo, espero que un día de estos venga por aquí y tal vez, hagamos algo que suene, juntos por fin, que suerte tener un amigo.
Por ultimo una reflexión, alegre por dedicar este post, el numero doscientos, a la amistad, cantada por excelsos poetas y filósofos, aunque se que mi amigo Ricardo no va a leer nunca estas letras, para el son chorradas……….en expresión muy bilbaína que el acentúa de forma peculiar.
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