noviembre 15, 2013

Consideraciones sobre "la niebla"

Me gusta la niebla, es bonita y misteriosa y tiene algo irreal, en un mundo a veces demasiado real.
Aquí en el sur, la luz es muy fuerte, como de entornar los ojos, las cosas se ven con sus perfiles nítidos, precisos, no es esta tierra de nieblas, aunque a veces en invierno, a la noche, se cierne sobre los bosques y el mar.
Los barcos grandes que cruzan por el estrecho, tocan la sirena, ronca, que se escucha de madrugada, como si fueran animales heridos, agonizantes, como un quejido o una lamentación lúgubre y lejana.
La niebla lo desvanece todo, enturbia los colores y convierte cada mirada en una acuarela, todavía húmeda de lo recién dibujada, que la acuarela no se “pinta” se dibuja.

Recuerdo que en Madrid antes de Navidad suele haber niebla, solo se ven las fachadas hasta el segundo piso y en la oscuridad las farolas se rodean de un halo brillante, como una capucha de gotas de agua minúsculas.
Con la niebla los coches van como perdidos y se chocan unos con otros como los ciegos sin bastón, cuando aclara, se ve un revoltijo de chatarra desde el helicóptero de las noticias, año tras año, niebla tras niebla.
Se habla a menudo de “banco de niebla”, en estos tiempos hubiera sido poético haber llamado a uno de esta manera, con su ficha bancaria y todo,  con lo que la desaparición de los fondos, hubiera tenido su pretexto, con sus balances borrosos.
Hay en el norte una a la que llaman “niebla meona” cuando la condensación, hace que no se distinga de una lluvia finísima, que humedece el rostro sin mojarlo.
La niebla suele ser fría, aunque las hay en verano bochornosas, cuando las mueve el viento, a lo lejos, se dice que son jirones, como las rasgaduras en la ropa.
La niebla produce un extraño silencio al amortiguar las gotitas la transmisión del sonido, en las películas de miedo siempre hay niebla, no se concibe a Drácula sin niebla, al remover la lápida y salir de entre las tumbas a morder a jóvenes en el cuello con sus colmillos afilados, aunque ahora esto produce risa, que ya tenemos cosas que dan mucho mas miedo.
En Londres había mucha niebla, aunque no la llamaban “fog” sino “smog” pues no era al parecer, sino humos y carbonilla de las chimeneas, con el tiempo la han suprimido y tienen ahora como todos una niebla de verdad, blanca y limpia sobre el Támesis.
Se dice que se levantó la niebla, como si hubiera estado acostada antes, la suele levantar el sol, como nos ocurre a nosotros.
La niebla para los aviones era muy mala, ahora ya tienen GPS y no es como antes que chocaban con los montes, como aquel que en Somosierra, se estrelló en “la Mujer Muerta”, mi padrino fue allá al rescate y dejo aquel suceso huella para siempre en mi infancia.

Cuando acaba “Casablanca”, siempre hay niebla y Rick enciende un pitillo, toma del brazo al capitán de los gendarmes, mientras pasea por la pista de despegue, con el cuello subido.
Esta escena a pleno sol hubiera sido vulgar y poco recordada, lo que me lleva a concluir, que la niebla es como las salsas en las recetas, todo lo envuelve y lo convierte en mas romántico y memorable.


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