noviembre 24, 2013

Pequeño atleta.

Aunque muchos lo dudarían ahora, con doce años era un prometedor atleta,
rápido como el viento y ligero como una pluma, todo nervio, para las pruebas de velocidad, como ese monstruo de ahora, “Usain Bolt” aunque, menudo de talla y pálido, que antes los velocistas eran de escasa musculatura y no muy altos.

No recuerda como llegó a integrarse en el equipo de atletismo del colegio, supongo que al igual que en el coro, simplemente se apuntó, a veces las cosas no tienen una explicación complicada ni razón alguna aparente.
Lo que no sabía, es de las dos horas de entrenamiento diarias, acabadas las clases, con camiseta y pantalón corto, unas playeras y un gimnasio grande con suelo de madera brillante, barnizada que suena “yiyiyiyi” con la goma de las suelas.
Flexiones, pesas, trepar cuerdas saltar y correr, correr sin parar hasta que el corazón parece va a salir por la boca.
La salida tarde, ya anochecido, el sudor bajo la ropa y la caminata hasta casa, un día y otro día y.........muchos días
El entrenador llamado Fito, supongo que por Adolfito, es simpático y de mediana edad, robusto y algo calvo, nunca presiona a los alumnos, mas bien solo les anima mientras sonríe.
Entonces aprendió a distinguir a los saltadores, los lanzadores, los corredores de fondo y medio fondo y.......... los velocistas, la élite del deporte, cosa que le gustaba.
Algunas tardes, ya avanzado el curso, carreras en torno a la manzana del colegio, Joaquin Costa abajo, cuesta arriba por unas callejas oscuras del Viso, hasta Guadalquivir con sus farolas de gas, las piernas van solas de nuevo hasta República Argentina y vuelta a la puerta del gimnasio.
Al llegar los niños se tumban y con la mano en el corazón cuentan los latidos, hasta que Fito pregunta.....ochenta y siete o noventa y cuatro, algunos....ciento treinta, tras un intervalo nueva cuenta y Fito les manda a vestir y hasta mañana.
Con el tiempo comprendió, que era un amago de control médico, por ver si algún niño se iba a descomponer de tamaños esfuerzos, entonces todo era simple y sin mixtificaciones.
Al anuncio de la primavera, época de competición, se intensifica el entreno, se notan las piernas mas ágiles y fuertes, la ventaja es que en el recreo, siempre escapa de los niños que van a pegarle, que solían ser muchos pues era época de gran violencia en el patio de los pequeños.
La culminación de la temporada es en la Casa de Campo, donde un sábado a la mañana, los cuarenta atletas corren tras la “Vespa” de Fito hasta deslomarse, aunque no importa pues el cuerpo esta ya curtido y el momento de los laureles está ya cercano.
Los últimos detalles técnicos, como arrancar de unos tacos de salida, las zapatillas de clavos, solo en la punta, la posición de las manos, la cabeza.....
Al fin los campeonatos provinciales, en el Estadio Vallehermoso, según es conocido antiguo cementerio de San Martín, las cosas del tiempo, niños corriendo sobre los restos de sus antepasados.
El día del debut a las tres de la tarde, es la primera eliminatoria para clasificar, en su casa hay lentejas y come apresuradamente, luego tortilla de patatas y un plátano.
Con el bocado en la boca un autobús por Islas Filipinas y sin darse cuenta está vestido para el sprint, en la calle numero seis.
En las gradas padres y madres, han venido a ver a sus retoños, llenos de orgullo.
A su derecha un niño espigado y flaco con pelos en las piernas, es del Liceo Francés y es muy rápido dicen, mas allá otros fornidos ya adolescentes formados, algunos con sombra de barba. 
Los instantes tensos con las piernas flexionadas listo para saltar como una gacela, el disparo del juez y..................penúltimo, algún otro competidor debió comer cocido madrileño.

La marca aun la recuerda, 10,2 segundos en ochenta metros, ganó el del Liceo de piernas largas.
A ultima hora de la tarde, con el equipo de relevos 4x80, queda segundo y le ponen una medalla que no guarda con cuidado pues, no está entre sus recuerdos de infancia, en esa caja de galletas llena de cosas dispares.
Al curso siguiente, siguió apuntado al coro y empezó a fumar sus primeros cigarrillos a escondidas, no apareciendo nunca mas por el gimnasio del colegio, se frustró de esta forma un posible Carl Lewis, para desgracia del atletismo ibérico.


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