Muchas veces desde hace años, tras cenar callos y una frasca de vino en Casa Ciriaco, he salido a fumar en la ya silenciosa Calle Mayor.
Es el escenario de la bomba que Mateo Morral, lanzó entre unas flores a la carroza descubierta en que viajaban Alfonso XIII y su flamante esposa Victoria Eugenia.
Que desastre de boda y que vida tan desbaratada tuvieron ambos, exilio y desamor, así acaban muchas historias prometedoras.
Conocí mas de los hechos tras leer “La dama errante” de Pío Baroja, quien vivió en Madrid los sucesos que acabaron con la vida de veinticuatro personas y varios caballos, ademas de las manchas de sangre en el traje de la novia y la suspensión del banquete en el Palacio de Oriente.
He mirado muchas veces hacia el quinto piso desde donde Mateo arrojó el ramo y el pequeño monumento que recuerda a las víctimas en la acera de Capitanía frente al balcón del asesino.
También conocí a un anciano llamado Apruzzese, quien cayó de la cuna a consecuencia de la onda expansiva, en el negocio familiar de alquiler de organillos en las proximidades, lo que lo convirtió para mi en un suceso contemporáneo y casi vivido por su relato minucioso.
Los anarquistas eran gente idealista y bondadosa aunque tuvo una rama terrible y de acción, querían volar el mundo y construirlo de nuevo, eran pistoleros de disparo en la penumbra y lanzadores de bombas, las primeras que vio el siglo, de los miles que han venido después.
Mateo Morral estaba lleno de furia y resentimiento, tenia un amor en Barcelona, supongo imposible, padecía de venéreas y había roto con su padre y su negocio textil.
En su huida tras el atentado mató a un guardia en Torrejon tras lo que el mismo se descerrajó un tiro, nunca mas volvió a la esquina de Ciriaco pero dejo allí su sombra siniestra y romántica.
Ahora la calle vive ajena al drama y nadie recuerda la explosión, taxis y autobuses ruedan por la calzada y la gente va a sus quehaceres sin saber donde pisan.
Solo por las noches cuando se hace la calma es posible imaginar a Mateo Morral al acecho tras las cortinas mientras la comitiva se acerca, Puerta del Sol al fondo y la esquina de Factor a la espalda, entre música militar y rumor de cascos de caballos.
Desgraciado en amores, enfermo y sin lazos familiares, decidió matar a los Reyes, como el niño furioso que arroja los juguetes mientras llora frustrado.
Desde entonces multitudes de Mateos han golpeado con sus bombas y sus disparos cercanos, yo no se ya sus nombres ni se les recuerda ni se escribe sobre ellos, pobres desgraciados en un mundo sin romanticismo donde hasta el terror se ha industrializado ante la indiferencia de una sociedad que lo acepta como algo inevitable.
Me encanta el párrafo del final. Estaria bien vivir en el piso desde donde se arrojó la bomba. No sabia que la habia tirado en un ramos de flores, el grafitero ese BANKSY hizo un grafiti muy famoso de uno terrorista lanzando un ramo de flores.....igual se inspiro en mateo morral.
ResponderEliminarLo peor de todo, la pobre novia con el vestido ensangrentado, esas manchas son dificiles de quitar.
La historia masona-progre dictada por la élite talmúdico usurera anglosionista, ha ocultado que el anarquista no era el valiente idealista que cantan los poetas progres del anarquismo; sino el enesimo "cabeza de turco" o tonto útil, que mata por la pura desesperación de su existencia sin sentido ni control. Asesino de masas que arroja la bomba fallando en su intento, fracasando por pura torpeza, pero a pesar de ello autor del asesinato de 23 inocentes en el acto y 108 heridos de gravedad que había ido a pasar un rato de fiesta, la mayoría niños, mujeres y ancianos. Un esbirro de la élite (siempre con los Rothschild a la cabeza) utilizando sus bien financiadas antítesis masonas para controlarlo todo. No hay peor dictadura que la que se disfraza de democracia.
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