marzo 29, 2011

Alfredo.

Siempre le llamé Freddy, tal y como se me presentó irrumpiendo en el estudio una mañana de septiembre diciéndome de forma imperativa pero amable:

Es tuya esa moto de ahí fuera?, pues el sábado vamos a Ubrique por Gaucín y luego al Gastor y volvemos por Alcalá de los Gazules.

Había nacido en Filipinas de ascendientes españoles y como tal se sentía, hasta el punto de que al empezar la guerra civil cogió un barco con sus hermanos y las motos presentandose aquí voluntarios para el jaleo, la guerra siendo joven y en moto, una novela de aventuras, las cruzadas para ellos.

Pasados los años volvió a España para encabezar un gran proyecto,siendo el primero en afincarse en este rincón con sus hijos, cuando esto era un bosque que acababa en unas dunas, al sur del sur.

Trató con reyes destronados y príncipes sin coronar, financieros arruinados y menestrales enriquecidos, a todos los trató igual pues era gentil y un caballero.
Hace tiempo leí que el espíritu de la caballería se mantiene en los que ahora cabalgan en sus motos, Freddy lo era.

Podía casi haber sido mi padre por su edad pero nuestro trato fue de amigos desde el momento en que me citó para ese sábado, en que se presentaron un taxista, un par de jardineros, algún comerciante, todos con sus cascos y sus sonrisas en un día soleado en que recorrí la sierra de Cádiz por primera vez.

Muchas otras veces lo hicimos desde entonces por todas las sierras, también hacia la luz, Barbate, Zahara y Caños de Meca, siempre en su BMW ya antigua, parando en las ventas para charlar entorno a unos vasos de vino y unas tapas, el motorista es frugal, las digestiones pesadas en dos ruedas no son recomendables.

Las ultimas veces ya muy mayor, las recuerdo preocupado tras su rueda, su forma de tomar las curvas demasiado abierto, por esas carreteras estrechas donde un camión o una vaca son apariciones frecuentes, siempre volvía seguro y con una sonrisa se despedía: Hasta la próxima.

Poco antes de marcharse definitivamente, se fue solo hasta Aranda de Duero de un tirón, donde fue agasajado como el de mas edad y el que venía de mas lejos, nos lo contó orgulloso enseñándonos dos medallas, tantas obtuvo en su vida.

Desde entonces a veces al tumbar en una curva parece que encabeza la pandilla, somos otros ahora pero todavía va delante decidiendo si pasaremos por Benamahoma o pararemos a comer en Puerto Gáliz.

Quedó en un sitio sobre el que se domina el río y mas al fondo el mar, su moto se vendió y su imagen y recuerdo quedó entre todos los que cabalgamos con el, en su BMW ya antigua.

1 comentario:

  1. Que bonito.
    Solo un motero sabe porque los perros sacan la cabeza por la ventana del coche

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